miércoles, 23 de diciembre de 2015

Vino a buscarte, no lo rechaces




Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel (que significa Dios con nosotros). 
Mateo 1:22-23.


Lectura: Mateo 1:18-25.  Versículos del día: Mateo 1:22-23.

MEDITACIÓN DIARIA

Ya lo había profetizado Isaías. La virgen concebiría y daría a luz un hijo a quien llamarían Emanuel (Isaías 7:14), que significa: Dios con nosotros . Dios, siendo el Dios supremo de toda creación, bajó a la tierra. Era el Verbo encarnado que vino al mundo pero el mundo no lo conoció y los suyos lo rechazaron (Juan 1:10-11). Los suyos: los judíos, no lo aceptaron como enviado del Padre. “¿Qué concluiremos? Pues que Israel no consiguió lo que tanto deseaba, pero sí lo consiguieron los elegidos” (Romanos 11:7). Entre esos elegidos estamos, tú y yo; porque por fe decidimos aceptarle como nuestro Señor y Salvador personal y ahora somos por Él, hijos de Dios (Juan 1:12).
Con regocijo, recordemos lo que estamos celebrando. Si Jesús no hubiese nacido, tampoco habría muerto en nuestro lugar y no habría resucitado para darnos vida eterna; simplemente quizá, solo hubiera sido un profeta más, un hombre muy intelectual o uno del montón: Pero no fue a su acomodo, el tiempo estaba listo y la profecía se cumpliría aunque el mundo  creado por Él,  no le conociera ni le deseara.  Lo triste es que aún hoy, no quiere conocerle; sin embargo sigue todavía llevando su misión por todo el orbe.
Si estás entre el grupo de los que lo han rechazado, es propicia la fecha para que lo aceptes. Dios está en medio de nosotros y busca que le abras la puerta de tu vida; déjale seguir, no te resistas; así entrarás  a formar parte de la familia celestial. Acepta a Jesús en tu vida y tendrás la salvación que añorabas pero no entendías. Seguro que no te defraudará. Dile sinceramente lo siguiente:

Señor Jesús: reconozco que soy pecador y que viniste al mundo a salvarme. Hoy decido abrirte la puerta de mi corazón y aceptarte como mi Señor y Salvador personal. Gracias por haber venido a buscarme. ¡Te amo Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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