Pero el ángel les dijo: No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor.Lucas 2:10-11.
Lectura: Lucas 2:8-20. Versículos del día: Lucas 2:10-11.
MEDITACIÓN DIARIA
Los pastorcitos fueron
a reconocer a Jesús y a comprobar que lo anunciado por los ángeles era
realidad. ¡Una muy buena noticia! Tal vez ahora, en medio del jolgorio, la
comida y los regalos ni siquiera entendamos la grandeza de esa buena noticia.
Lo cierto es que esa tan esperada buena noticia para el pueblo judío, se
convirtió en la realidad más diciente para toda la humanidad. Fue tan contundente
su llegada al mundo que dividió la historia en dos: antes de Cristo y después
de Cristo.
“Hoy les ha nacido en
la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor”. A los pastorcitos una
estrella los guío hasta el pesebre donde se encontraba acostado y regresaron al
campo maravillados de lo que habían visto y oído. Esta buena noticia no era
solamente para ellos; era, es y seguirá siendo para todo el que crea en su
Nombre y lo reciba como Señor y Salvador de su vida. No hay una estrella
guiándolos, pero esa misma luz que es Jesús, brilla en los corazones de quienes
podemos dar testimonio que no es mentira: que Jesús es quien vendría a salvar
al hombre pecador. Las Escrituras lo dicen y el bien que ha hecho, lo afirma. “Gloria
a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad”
(v. 14).
Esa buena noticia es la
que estamos celebrando hoy. Mi deseo y propósito de este devocional es que si
aún Jesús no es el Salvador tuyo, te dejes guiar por su luz y lo compruebes por
ti mismo. Cuando un pecador se arrepiente hay fiesta, y como en aquella época, los ángeles también
cantan y se regocijan en el cielo. Hoy es tu día, déjate envolver por su gloria
para que puedas gozar en paz de su buena voluntad. Te invito a orar así:
Amado Señor Jesús: Nunca
antes había entendido con claridad lo que significaba tu nacimiento. Te entrego
mi vida para que seas mi Señor y Salvador personal. Gracias por perdonarme y
porque me has revelado quien eres en verdad. Deseo caminar contigo siempre de
tu mano y permitir que tu luz guíe mis pasos en el andar cotidiano. Amén.
Un abrazo y
bendiciones.
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