martes, 22 de diciembre de 2015

Su único fin: salvar tu vida




—Aquí tienes a la sierva del Señor —contestó María—. Que él haga conmigo como me has dicho”. 
Lucas 1:38.


Lectura: Lucas 1:26-38.  Versículo del día: Lucas 1:38.

MEDITACIÓN DIARIA

Siempre he pensado que para María no fue nada fácil, lo que le tocó como madre terrenal del Salvador del mundo. En la época en que Gabriel le anuncia la encarnación del Señor por obra y gracia del Espíritu Santo, toda mujer que resultara embarazada sin estar casada era muerta lapidada; es decir apedreada. La decisión de María de aceptar llevar al Señor y quedar en cinta es de admirar. No se puso a pensar qué le diría a José o qué pasaría con su vida cuando todos lo notaran, ni en el qué dirán de los que la rodeaban. Humildemente contestó: “Aquí tienes a la sierva del Señor; que él haga conmigo como me has dicho”. De una vez se declara su sierva y acepta la voluntad de Dios.
María fue la primera persona en aceptar al Señor Jesús en su vida. Yo invito a los que siguen este devocional a aprender a ser humildes como ella y permitir que Jesús venga a sus vidas también. Que sea una realidad el estribillo de lo que cantamos en Navidad en mi país Colombia: “¡Ven a nuestras almas Jesús! ¡Ven no tardes tanto! Y el Señor les demostrará a cada uno que su venida al mundo tuvo un único fin: ¡Salvar su vida!

Amado Señor Jesús: Gracias porque aunque tu concepción no fue como la de los hombres, tu nacimiento si lo fue y con él nos trajiste la humildad, la paz, la concordia, el amor, el perdón, la tolerancia y la misericordia que nos dejaste como ejemplo. Pero ante todo Señor, gracias porque tu misión en esta tierra fue rescatarnos de las garras de Satanás y lo lograste. Gracias por tanto amor derramado en la humanidad sin merecerlo. Te hiciste hombre solamente por la misericordia que nos tuviste al vernos desamparados y errantes en un mundo lleno de maldad y perdición. ¡Gracias, gracias, buen Jesús!

Un abrazo y bendiciones.

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