Tú coronas el año con tus bondades, y tus carretas se desbordan de abundancia.Salmo 65:11.
Lectura: Salmo 65:1-13. Versículo del día: Salmo 65:11.
MEDITACIÓN DIARIA
El final de cada año es especial
para compartir en familia. Gozar con la
Navidad y departir unos con otros es refrescante y si hay niños alrededor,
mucho más. Por lo general para estas
fechas siempre hay bulla, pólvora, los hogares, las calles y centros comerciales
se visten de luces titilantes y pareciera que todos tienen en su rostro una
sonrisa. Personalmente yo, disfruto
mucho esta época y el final de este Salmo siempre trae a mi memoria estas
tradiciones familiares: “Rebosan los prados del desierto; las colinas se visten
de alegría. Pobladas de rebaños las praderas, y cubiertos los valles de
trigales, cantan y lanzan voces de alegría” (vv.12-13).
Son en verdad tradiciones que en
el agite del mundo actual, dan un nuevo respiro a la unión familiar y el
compartir. En mi caso, desde el mes de
noviembre empiezo albergar en mi corazón momentos de estos, ya que nuestro
aniversario se compagina con el cumpleaños de mi hijo mayor y en verdad, muchas
veces quisiera extender más allá el tiempo para gozar con todos ellos, esos instantes
irrepetibles. ¡Cuánto amo mi familia! Volver a recordar las fotos que marcaron
nuestra unión y ver el contraste entre aquellos chiquillos traviesos y la
transformación paulatina de cada uno de ellos, hasta verlos convertidos en
personitas hechas y derechas, causan una emoción indescriptible. Sí; bien dice
la canción: ellos son ¡la prolongación de la existencia!
Cuando el Señor Jesucristo es el
primer invitado y nuestra vida se torna alrededor de Él, tiene mucho más
significado su celebración. Es sobrecogedor y
a la vez gratificante, el hecho de ver la presencia del Señor en
nuestros hijos y advertir que los principios y fundamentos recibidos en el
hogar, son parte esencial de esas tradiciones. Estos detalles dan un toque de
tranquilidad que como padres agradecemos a Dios porque en mi caso como madre,
de mi interior brota un –– ¡gracias Señor; creo que lo hice bien! ––.
Así el mundo y el comercio haga
alarde de estas fiestas y las desvíe de su curso, nosotros como cristianos
podemos afirmar estas tradiciones y marcar la diferencia, testificando aun en
ellas de quien es el autor, consumador y
eje principal de nuestra fe.
Amado Señor: Gracias por tu
presencia real y viva en nuestro hogar.
Enséñanos a compartir en familia esos tiempos esenciales que marcan nuestras
vidas; que traen nuevo regocijo y llegan como gotas refrescantes para fortalecernos
y continuar con más ahínco la ruta trazada por ti.
Un abrazo y bendiciones.
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