sábado, 23 de noviembre de 2013

Salvador y Ayudador



Bendito sea el Señor, nuestro Dios y Salvador, que día tras día sobrelleva nuestras cargas. 
Salmo 68:19.


Lectura: Salmo 68:15-23.  Versículo del día: Salmo 68:19.

MEDITACIÓN DIARIA

Este es un Salmo de victoria donde David reconoce al Señor su Dios, como Salvador y Ayudador. Sabe muy bien que es Él quien día a día perdona nuestras transgresiones y lleva nuestras cargas.
Es nuestro Salvador porque por más que los pecados sean sucios y detestables, ahí también quiere el Señor llegar sin importarle nuestra condición: “¿Son sus pecados como escarlata?  ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana!” (Isaías 1:18).  Esa fue la misión del Señor Jesucristo: “En él tenemos la redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia” (Efesios 1:7).  El pecado merece todo el peso del castigo y sin embargo, por su gracia, recibimos el perdón.
Es nuestro Ayudador: si nuestra carga es demasiado pesada, ahí también está nuestro Pastor, listo para levantarnos, tomarnos en sus brazos y llevar todo el peso que no resistimos, sobre sus hombros: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso.  Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana” (Mateo 11:28-30).
Aprendamos de David al dirigirnos al Señor: que nuestras palabras sean en verdad ese sentir.  Que no nos vaya a pasar como a la multitud que aplaudió al Señor a la entrad de Jerusalén y con palmas y vítores le cantaban: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”, y más tarde ellos mismos le dieron la vuelta y lo crucificaron. Seamos consistentes y radicales en nuestra fe, si hemos decidido creer en Él, creámosle a Él y entendamos que además de ser nuestro Salvador, es nuestro perfecto Ayudador. Si así lo creemos, digámoselo con el corazón.

Amado Señor: Tú mereces toda nuestra alabanza, adoración y gratitud, porque nos has mirado con benevolencia y has perdonado todos nuestros pecados.  No solamente te bastó derramar tu sangre por nosotros, sino que además de eso te ofreces como estibador, para llevar sobre tus hombros nuestras cargas que no son nada ligeras.  ¡Tanto amor Señor, no merecemos!

Un abrazo y bendiciones.

2 comentarios:

Lynette dijo...

¡Qué hernoso tu testimonio! Me encantó tu devocional.

Dora C. dijo...

Muchas gracias Lynette.La gloria sea para nuestro amado Señor. Bendiciones.