Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor.Efesios 5:22.
Lectura: Efesios 5:21-33.
Versículo del día: Efesios 5:22
MEDITACIÓN DIARIA
Dios nos exige sometimiento a Él. El sometimiento implica en sí: obedecer,
sujetarse, humillarse. Es deponer nuestros propios deseos a los de otra persona
o proponerlo para su consideración. Si en verdad nos sometemos a Dios, tenemos
que suplantar nuestro “yo” y darle cabida al Señor. La Biblia nos manda
someternos unos a otros porque es la única manera de soportarnos, de convivir y
relacionarnos con los demás.
Ahora, Dios manda a la esposa a someterse a su esposo. No es
fácil para nosotras; pero ¿por qué nos lo ordena? Porque el Señor nos hizo y sabe perfectamente
como es la naturaleza de la mujer. El
diseño de Dios está para que seamos amadas y protegidas. Además miremos lo que dice también más
adelante en la lectura: “Porque el esposo es cabeza de su esposa, así como
Cristo es cabeza y salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo” (v. 24). La relación es semejante a la de Cristo con
su iglesia. Recordemos que Dios creó
primero a Adán y después de una costilla de él, creo a Eva. No podemos pretender ser primeras. Esto es
deponer nuestro orgullo y ego y decir galantemente: “te cedo el paso”. Si analizamos profundamente la lectura, nos
damos cuenta que si amamos a nuestro esposo, nos es fácil someternos.
El sometimiento no quiere decir maltrato físico ni emocional.
El hombre no lo puede cambiar a su antojo. Veamos: “Esposos, amen a sus
esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con
agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia
radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e
intachable” (vv. 25-27). La mujer
entonces, debe sentirse orgullosa de tener a una persona a su lado que siempre
desea su bien y que además de eso tener la convicción de que ese hombre a quien
eligió como esposo estará atento a defenderla ante cualquier situación porque
su amor, debe sobrepasar los límites. El esposo debe hacerla sentir como una
flor frágil y perfumada que la valora y atesora como el mejor regalo dado por
Dios a su vida y quien también se siente orgulloso de presentarla de este modo
ante el mundo.
Bajo estas premisas, el hogar debería de ser un lecho de
flores. Infortunadamente, el enemigo se
ha encargado de cambiar los papeles y según estadísticas esta misma situación
ha llegado mucho más lejos, porque la raíz de tanto homosexualismo y
lesbianismo, ha sido precisamente eso.
Cuando cambiamos los parámetros de Dios, ocurre una hecatombe y todo se viene abajo.
Como cristianos, ocupemos cada uno el lugar que nos
corresponde si de verdad estamos defendiendo el matrimonio como la institución
creada por Dios.
Amado Señor: Gracias porque al instituir el matrimonio,
quisiste hacer de un hombre y una mujer un solo cuerpo limpio e intachable. Enséñanos a ocupar el lugar que asignaste a
cada uno para levantar esta sociedad caída, por la indiferencia hacia ti.
Un abrazo y bendiciones.
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