lunes, 11 de noviembre de 2013

En vez de codiciar lo terrenal busquemos cosechar lo celestial




No te asombre ver que alguien se enriquezca y aumente el esplendor de su casa, porque al morir no se llevará nada, ni con él descenderá su esplendor. 
Salmo 49:16-17.


Lectura: Salmo 49:1-20.  Versículos del día: Salmo 49:16-17.

MEDITACIÓN DIARIA

Dios nos manda a ser ecuánimes en todo lo que emprendamos y por lo mismo a no mirar con sorpresa lo que otros cosechan. Sea que sus riquezas se hayan cultivado a través de trabajo honrado o no, de todas maneras, al morir nada se llevarán.  Bien, dice el pastor de mi iglesia: “no he visto el primer entierro con trasteo”; y así es.
Se tiende a cuestionar cuando se es cristiano, ¿por qué a tal persona sin ningún temor de Dios le va bien, y a mí no? Muchas veces estamos rodeados sin saberlo de gente inicua que se enriquece de la noche a la mañana y cada día se le ve florecer más y más, cuando de un momento a otro, con profunda extrañeza, nos damos cuenta que estaban enrolados en mafias destructoras.   Qué es mejor: ¿Comer el pan con sosiego, o con temor? Por eso se debe tener en cuenta lo que dice el Salmo 37:7: “Guarda silencio ante el Señor, y espera en él con paciencia; no te irrites ante el éxito de otros, de los que maquinan planes malvados”. 
Todos pasaremos por la muerte; “Nadie vive para siempre sin llegar a ver la fosa.  Nadie puede negar que todos mueren, que sabios e insensatos perecen por igual, y que sus riquezas se quedan para otros. Aunque tuvieron tierras a su nombre, sus tumbas serán su hogar eterno, su morada por todas las generaciones” (vv. 9-11en la lectura).
Las riquezas no perduran, así que para qué envidiarlas. Aunque todos pasaremos por la muerte física, como cristianos tenemos la esperanza de una patria celestial; la muerte espiritual no es para nosotros. Entonces lo mejor es cosechar mientras vivamos en este mundo, las riquezas perdurables; esas nadie nos las podrá arrancar. Cambiemos de posición y en vez de codiciar las riquezas terrenales de otros, busquemos acumular tesoros para el cielo (Mateo 6:20).

Padre: Gracias porque nuestros tesoros no pertenecen  a este mundo y esos nadie podrá arrebatárnoslos.  Te pedimos que nos enseñes a ver  cada día el esplendor maravilloso de la Jerusalén eterna que nos espera, porque esa esperanza que recibimos a través de tu Hijo amado, se convierte en la mayor riqueza de los que hemos creído en ti.

Un abrazo y bendiciones.
  

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