viernes, 22 de noviembre de 2013

Reflejar al mundo tu amor



Dios nos tenga compasión y nos bendiga; Dios haga resplandecer su rostro sobre nosotros,  para que se conozcan en la tierra sus caminos  y entre todas las naciones su salvación.  
 Salmo 67:1-2.


Lectura: Salmo 67:1-7.  Versículos del día: Salmo 67:1-2.

MEDITACIÓN DIARIA

Si en verdad somos cristianos, tenemos que tener muy presente nuestro testimonio.  Tal como están los tiempos, llegará el momento que lo único que hablará del Señor será nuestra propia vida.  Así que desde ahora demostremos quienes somos en verdad. Pidámosle al Señor que “haga resplandecer su rostro sobre nosotros”; que podamos dejar huella por donde quiera que pasemos. 
Felipe uno de los apóstoles, a pesar de haber presenciado el martirio de Esteban, no dudó en ir a Samaria y predicar allí la Palabra anunciando al Mesías.  Dice Hechos 8:8: “Y aquella ciudad se llenó de alegría”.  Es que las Buenas Nuevas de salvación son motivo de regocijo.  Tienen que traernos alegría, eso fue lo que el ángel les dijo a los pastores en el nacimiento del Señor: “miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para el pueblo” (Lucas 2:10b).   Esa alegría es la que nos impregna el Espíritu Santo cuando conocemos y creemos en el Señor Jesucristo y es esa misma alegría la que va a permitir que nuestro rostro hable por sí solo, de en quién hemos creído.
El Señor Jesús nos dio la clave al respecto cuando nos enseñó sobre el nuevo mandamiento del amor: Si obedecemos sus mandamientos permanecemos en su amor y por lo tanto podemos ofrecerlo también (Juan 15:10-12); pero veamos el versículo 11 que dice exactamente: “Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa”. 
Como conclusión llegamos al punto de afirmar que nuestro testimonio se basa especialmente en el amor.  El amor del Señor reflejado en nuestro rostro, es el que nos llevará a demostrar que somos diferentes; que también estamos dispuestos a dar y comunicar amor de la manera como lo hizo nuestro Salvador.

Amado Señor: Gracias porque fue tu amor el que cautivó nuestro corazón. Gracias por ese nuevo mandamiento de amarnos los unos a los otros, como lo hiciste Tú.  Enséñanos a reflejarlo en nuestro rostro por donde quiera que vayamos, para que el mundo sepa de ti y te conozca, como es tu deseo.

Un abrazo y bendiciones. 

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