viernes, 29 de noviembre de 2013

Hay que levantarse, aprender y volver a empezar



Porque siete veces podrá caer el justo, pero otras tantas se levantará; los malvados, en cambio, se hundirán en la desgracia. 
Proverbios 24:16.


Lectura: 1 Juan 1:5-2:1.  Versículo del día: Proverbios 24:16.

El pecado no nos deja mirar más allá.  El Señor Jesucristo murió por todos nuestros pecados y cuando caemos el Espíritu Santo nos exhorta.  Muchas personas creen que por el hecho de ser nosotros cristianos entonces somos infalibles y así no es.  Tenemos tentaciones y pecamos igual que los incrédulos; la diferencia radica en que el Señor no nos dejará caídos.  En el Señor Jesucristo tenemos el perdón de pecados  (1 Juan 2:1 en la lectura).  Tenemos que admitir ante Dios que somos débiles, que hemos caído y fracasado y el Señor mismo se encargará de restaurarnos y levantarnos nuevamente como lo hizo con Pedro.  Pedro lo negó tres veces antes de su muerte y en un momento crucial para el Señor; cuando debería haberle dado su apoyo, le dio la espalda y lo abandonó; sin embargo el Señor amorosamente, después de su resurrección lo restableció.  Tres veces también le preguntó: –¿me amas Pedro?   Cuida mis ovejas–.  Pedro muy sinceramente le responde como triste: –Señor, Tú lo sabes todo; tú sabes que te amo– (Juan 21:15-17).  Esto lo hizo Jesús, porque conocía la condición de Pedro; para que no se sintiera mal, para que quitara el peso que llevaba dentro y para que retomara nuevas fuerzas y comenzara su ministerio de evangelización.  
Todo el que diga que no ha pecado es un mentiroso (1 Juan 1:8 en la lectura); igual el que diga que jamás ha tenido un fracaso o una adversidad.  Si miramos a nuestro alrededor, eso es lo que vemos a diario.  Espejos tenemos por montones; así que nosotros no somos la excepción. Como creyentes marcamos la diferencia porque sí, es diferente; en el Señor Jesucristo tenemos la solución. Y lo importante ante el fracaso es la humildad que nos debe caracterizar para reconocer nuestro error y dirigirnos ante nuestro Redentor para recibir su perdón, tomar nuevas fuerzas y continuar.  Lo peor que podríamos hacer es quedarnos caídos.  De las caídas, de los fracasos y adversidades es que aprendemos a luchar, a ser constantes y a vencer.  No nos desanimemos si estamos pasando por estas etapas.  El que pagó por nosotros  ya venció y está listo a darnos la victoria.

Amado Señor: Gracias porque siempre estás presente y listo a restituirnos. Gracias por tener en ti el perdón de nuestras faltas, y gracias porque después de la caída nos levantas y nos enseñas amorosamente para volver a empezar.   

Un abrazo y bendiciones.

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