domingo, 17 de febrero de 2013

Mi Salvador y mi Dios




¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios! 
Salmo 42:11.


Lectura: Salmo 42:1-11. Versículo del día: Salmo 42:11.

MEDITACIÓN DIARIA

Para muchos amigos, conocidos, familiares, e incluso cristianos es defraudador el hecho de vernos en ocasiones pasar por desiertos áridos, y entonces vienen las objeciones o comentarios a nuestra fe. Es difícil para el mundo entender que nuestro Dios siendo un Dios de amor, permita que sus hijos pasen por diferentes tribulaciones.  Lo que ellos no saben es que nuestra fortaleza viene dada por el Espíritu Santo y que todas las aflicciones llegan como muestra de que sí estamos en las manos del Señor.  De otra manera, estaríamos actuando igual que los demás y al final de cuentas ¿qué puede motivar al enemigo a estorbar donde se está viviendo y haciendo lo que a él le conviene?  Satanás está interesado en entrometerse en la vida de los creyentes porque urde y urde el lado débil de cada uno para buscar el hacernos caer. Por algo está escrito: “Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resístanlo, manteniéndose firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos en todo el mundo están soportando la misma clase de sufrimientos” (1 Pedro 5:8-9).
No somos los únicos; la mayoría de nuestros hermanos sufren las mismas angustias.  De todas maneras vivimos en un mundo caído y estas son sus consecuencias. Somos salvos por misericordia y amor de Dios, pero nos enfrentamos a los mismos o peores problemas que el resto de la humanidad. Tenemos necesidades, angustias y alegrías; no somos infalibles y también caemos en tentación y pecamos.  El cielo no va a estar lleno de justos, sino de justificados por la sangre de Cristo.  
Ante estas afirmaciones y la pregunta frecuente de: “¿Dónde está tu Dios?”, nos levantaremos y diremos como el salmista: “¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza, y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!”.  Con eso debe bastarnos: en saber que es nuestro Salvador y Dios.

“Ésta es la oración al Dios de mi vida: que de día el Señor mande su amor, y de noche su canto me acompañe” (v. 8).

Un abrazo y bendiciones.

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