Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor», y tú perdonaste mi maldad y mi pecado.Salmo 32:5.
Lectura: Salmo 32:1-11.
Versículo del día: Salmo 32:5.
MEDITACIÓN DIARIA
Ocultar los pecados no trae ningún beneficio; al contrario
deja enfermedad, debilidad y lamento de conciencia (vv. 3 y 4). El confesarlos, quita una carga que pesa
mucho, se tiene la tranquilidad de saber que estamos a paz con el Señor y que por consiguiente tendremos
su apoyo incondicional; además de sentir libertad espiritual.
El Señor no desprecia a quien se acerca a Él para pedir
perdón; está listo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9). Mas
el que encubre el pecado no prospera; el que los confiesa y se aleja de ellos
haya misericordia dice el Proverbio 28:13. Esto quiere decir que la confesión
tiene que tener el propósito de enmendarse y no volver a caer en lo mismo.
Hagámonos un examen de conciencia (como nos lo enseñaban
antiguamente), y empecemos a dejar a los píes del Señor todo aquello que nos
pesa. Jesús vino a darnos libertad; con Él obtenemos perdón de pecados,
liberación, sanidad y salvación. Quien
así lo hace será dichoso en su caminar diario. Busquemos a quien tiene la
potestad de perdonarnos: el Señor Jesús y seguro que tendremos todas estas
bendiciones sobre nuestras vidas.
Amado Señor: Venimos a ti para confesarte todos nuestros
pecados y pedirte que nos limpies de toda iniquidad y maldad. Gracias por venir
a morir en nuestro lugar y cargar con todos ellos, solamente por tu inmensa
bondad para darnos vida eterna contigo.
Un abrazo y bendiciones.
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