domingo, 21 de noviembre de 2010

Esperar al Señor

Espero al Señor, lo espero con toda el alma; en su palabra he puesto mi esperanza.
Salmo 130:5.


Lectura diaria: Salmo 130:1-8. Versículo del día: Salmo 130:5.


ENSEÑANZA


¿Será que los cristianos sí esperamos al Señor de corazón? En Apocalipsis 22:7 y 12 el Señor nos afirma que su regreso es inminente: “Miren que vengo pronto”. El Señor vuelve. Muchos creen que su regreso está más cerca de lo imaginado; pero si no es así, para el cristiano debe ser lo mismo porque lo importante es estar preparado puesto que no sabemos ni el día ni la hora (Mt. 25:13). Pensar en el regreso del Señor, me motiva cada día a hacer las cosas de la mejor manera. A desear hacer su voluntad y no pecar deliberadamente. El regreso del Señor será un acontecimiento sin igual, difícil de describir. Será algo tan emocionante y apoteósico que desconcertará al mundo. El salmista nos dice que espera al Señor con toda el alma, “como esperan los centinelas la mañana”, y como profetizando nos aclara que lo espera “porque en él hay amor inagotable; en él hay plena redención” (vv. 6-7). Sí, nuestro Redentor vuelve. Se ha ido a prepararnos un lugar pero regresa por sus elegidos y como no sabemos el día ni la hora, debemos estar listos para ese momento. Seguramente no nos gustaría que nos encuentre desapercibidos, sin tener la casa en orden; qué bonito sería que estuviésemos haciendo su voluntad, por ejemplo, llevando a otros a sus píes. Así como nosotros añoramos su regreso también debe entristecernos el saber que serán muchos los que no se irán con Él. Él Señor viene para llevarnos a su boda a la cual están invitados todos. Recordemos la parábola del gran banquete a donde fueron invitados todos pero no quisieron aceptar esa deferencia; entonces el señor de la casa hizo que fueran los menesterosos a gozar de su fiesta. Las bodas del Señor está unida con su regreso y tú estás invitado ¿quieres aceptar esa invitación? En Él hay plena redención y en su primera venida su misión fue morir en una cruz por ti para que tuvieras a través de su muerte y resurrección acceso al cielo. Para que esperes gozoso su venida primero debes conocerle y la única manera es permitiéndole entrar en tu vida. Apocalipsis 3:20 dice: “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él y él conmigo”. Si tu decisión es aceptar ese llamado, te sugiero una corta oración. Dile: Señor Jesucristo, deseo estar en el gran banquete contigo celebrando tus bodas, por eso hoy abro la puerta de mi vida para que tu entres a morar conmigo y de aquí en adelante poner mi esperanza en tu Palabra para esperarte con ansiedad de corazón. En tu nombre Jesús, amén. Seguramente no te conozco, sin embargo, ¡nos encontraremos en el cielo! “¡Dichosos los que han sido invitados a la cena de las bodas del Cordero!”


Un abrazo y bendiciones.

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