lunes, 21 de diciembre de 2009

La mejor ofrenda

Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra.

Mateo 2:11.

Lectura diaria: Mateo 2:1-12. Versículo del día: Mateo 2:11.

ENSEÑANZA

La Biblia nos habla de unos sabios procedentes del Oriente, quizá eran astrónomos o sacerdotes, llamados en aquella época “MAGOS”. Estudiando las estrellas, fueron guiados por el Espíritu Santo y quisieron ir a presenciar el evento más grandioso: el nacimiento del Rey de Reyes y Señor de Señores”. Estos hombres por lo visto importantes e instruidos sabían muy bien lo que querían. Su pregunta fue tajante ¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? –preguntaron–. Vimos levantarse su estrella y hemos venido a adorarlo” (Verso 2). No les importó recorrer distancias lejanas para adorarle. A través de ellos podemos aprender diversas cosas: reconocer a Jesús como el Rey ; rendirse ante su autoridad, sabiendo que Jesús era mayor que ellos o cualquiera de nosotros; disponer el corazón para dejarse guiar por el Espíritu Santo (en el caso de ellos una estrella los dirigió hacia Belén). Llenarse de alegría al encontrarle; humildad para adorarlo, “y postrándose lo adoraron” (verso 11); presentarle nuestra mejor ofrenda. “Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra” (verso 11). El oro representa su naturaleza real: dignidad, realeza, autoridad y soberanía como hombre. El incienso representa la naturaleza divina de Jesús, símbolo de la oración figurada en la alabanza, la gloria, el honor y el poder de Jesús. La mirra representa la naturaleza humana de Jesús. Su amargura y dolor; la humillación plena del sufrimiento de Cristo y posterior muerte. Sigamos el ejemplo de estos sabios y ofrezcámosle nuestra vida como la mejor ofrenda ya que su misión precisamente con su nacimiento era venir en rescate de muchos. Amado Jesús: no tengo oro, ni incienso ni mirra para obsequiarte, pero tengo mi vida llena de amargura y adversidad para entregártela como mi mejor ofrenda. Sé que no es nada Señor, pero para ti, lo es todo. Hoy te reconozco como mi Rey, Señor y Salvador y te pido humildemente que la tomes y le des un giro total; hazme la persona que tú quieres que yo sea, perdona mis pecados y dame el gozo de la vida eterna contigo. Te exalto, te honro y te doy las gracias por hacer de mí una nueva criatura. En tu nombre Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.

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