lunes, 7 de diciembre de 2009

El desierto de la adversidad

¿Quién es esta que sube por el desierto apoyada sobre el hombro de su amado?

Cantares 8:5.

Lectura diaria: Cantares 8:1-7. Versículo del día: Cantares 8:5.

ENSEÑANZA

Hay momentos de tristeza y desolación en nuestras vidas. Nadie puede decir que no los ha vivido porque mentiría. Sin embargo, tenemos la esperanza de encontrarnos con nuestro amado Jesús, quien con su eterno amor nos acoge, y nos ofrece su hombro para que lloremos y nos apoyemos en Él. Quizá estás viviendo una enfermedad que te roba la paz, o tienes problemas financieros; o a lo mejor estás en crisis emocional por alguna ruptura sentimental. Cualquiera que sea la circunstancia atravesada, Jesús te ofrece hoy su mano para levantarte; su hombro para apoyarte, su Palabra para que calmes tu sed. (Cuando estamos en el desierto, no entendemos nada de lo que pasa a nuestro lado, estamos ciegos y sordos); aún así, Dios quiere alzarte, déjate envolver en su amor y podrás entender cuán grande y sublime es el Señor. Su amor lo sobrepasa todo, ni las muchas aguas podrán apagarlo porque es fuerte y tenaz; como llama divina es fuego ardiente que jamás se extingue. ¿Te sientes solo(a) y abatido(a)? ¿Crees que no hay esperanza para ti? No te dejes engañar, el tiempo de tu reconciliación ha llegado y Dios hoy te ha mirado con compasión. Él está ahí, presto a darte la mano si tu se la pides; está tocando a la puerta de tu vida, ya no te resistas más y dale paso para que viva contigo y te de la paz que anhelas. “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). Te aseguro que Él tiene guardado su amor perpetuo para brindártelo, te grabará como un sello en su corazón y te llevará como una marca sobre su brazo. No dejes pasar esta oportunidad, dile sinceramente con tu corazón esta oración: Señor Jesús: cansado(a) estoy de caminar por este desierto árido y pedregoso. Ya no puedo más; mis fuerzas se agotan y necesito de ti. Te entrego mi vida para que seas tú dirigiendo mis pasos; perdona mis pecados y dame a beber de esa agua tuya para que calme mi sed y mi ansiedad. Gracias por escuchar mi oración y perdonar todos mis pecados. Gracias porque de ahora en adelante me verán cruzando el desierto apoyado(a) en tu hombro porque ya no estoy solo(a), tu infinito amor me cubre. En tu nombre Jesús, amén.

Ahora puedes decir con firmeza: Esa(e) que sube por el desierto apoyada(o) sobre el hombro de su amado, soy yo.

Un abrazo y bendiciones.

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