lunes, 8 de junio de 2009

¿Qué dios hay en el cielo o en la tierra capaz de hacer las obras y los prodigios que tú realizas?

Tú Señor y Dios, has comenzado a mostrarle a tu siervo tu grandeza y tu poder; pues ¿qué dios hay en el cielo o en la tierra capaz de hacer las obras y prodigios que tú realizas?

Deuteronomio 3:24.

Al igual que Moisés, también tenemos que reconocer la majestuosidad de Dios. Dios es el único que puede cambiar el curso de las horas. El único que cuando el mundo dice: “no se puede”, Él responde: “si puedo”. El Dios que brota agua en el desierto y que da de comer a multitudes milagrosamente.

Somos tan insignificantes ante su creación maravillosa y su grandeza, que no tendríamos la menor idea de qué responderle como en el caso de Job. “¿Dónde estabas cuando puse las bases de la tierra? ¿Sobre qué están puestos sus cimientos? ¿Quién encerró el mar tras sus compuertas? ¿Alguna vez en tu vida le has dado órdenes a la mañana?” Job. 38.

Quizá el orgullo y el corazón endurecido, no permiten al hombre vislumbrar la obra maravillosa de su creación. No hay dios más maravilloso que nuestro Dios. No existe nadie capaz de hacer las obras, que Él realiza. Si crees que Dios es puro cuento, te invito a que lo retes. Precisamente recuerdo en este momento a Josh Mcdowell, quien quiso demostrar que la Biblia y la resurrección de Cristo no eran ciertas, terminó de rodillas y reconociendo el amor tan grande de Dios hecho carne en su Hijo, para redención de la humanidad y plasmó sus investigaciones en el libro “Evidencia que exige un veredicto”. No tuvo manera de contender con Dios.

Reconoce que hay un Dios que te formó, el creador del universo y sus grandes maravillas. El que desea tu bien y no el mal. El que quiere darte vida y vida eterna. El que te llama por nombre propio y te prodiga todo su incalculable amor. Este Dios, sólo demanda de ti una confesión de tu boca, ¿deseas hacerlo ahora? Yo te puedo guiar. Oremos:

Amado Padre: No puedo dejar de admirar tu creación. Reconozco que he sido incrédulo con tu Palabra y con las dádivas recibidas de tu parte. Mi orgullo y prepotencia no me dejaban ver tu amor inquebrantable hasta el punto de darme a tu único Hijo, para morir por mí. Hoy Padre mío, acepto a Jesucristo como Señor y Salvador de mi vida. Le doy gracias a Jesús, por venir en mi rescate y hacerme una nueva persona. A ti Padre te doy las gracias por aceptarme como hijo(a) tuyo(a), y al precioso Espíritu Santo por darme todo su poder. En el nombre de Jesús, amén.

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos”

Un abrazo y bendiciones.

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