miércoles, 3 de junio de 2009

¿Qué vamos a hacer con el arca del Señor?

Los filisteos convocaron a los sacerdotes y a los adivinos para preguntarles: ¿Qué vamos a hacer con el arca del Señor?

1ª. Samuel 6:2.

El arca del Señor, que era la misma arca del pacto, tenía doble significado para el pueblo de Israel. En primer lugar se la consideraba como el trono de Dios. De una manera especial Dios moraba entre los querubines y desde allí en varias ocasiones se reveló a Moisés y a Aarón. El arca sirvió como símbolo de la presencia divina entre el pueblo de Israel y durante su peregrinación por el desierto el arca iba delante guiando a los israelitas.

El segundo significado residía entre la ley que estaba dentro del arca y la sangre rociada sobre el propiciatorio que la cubría en el día de la expiación donde el sacerdote entraba en el lugar santísimo con la sangre del macho cabrío para rociar el propiciatorio. Ahí en forma representativa el pueblo entraba en la presencia de un Dios misericordioso y dispuesto a perdonar los pecados. El pueblo quedaba purificado por un año y el pacto continuaba.

El pueblo filisteo se convirtió en el principal enemigo de Israel en tiempo de los jueces, debido a su superioridad militar. Los israelitas perdieron la batalla contra ellos y los filisteos se tomaron el arca y la llevaron a Asdod. Como consecuencia los filisteos padecieron siete meses de plagas, por lo cual resolvieron después de consultar a sus sacerdotes y adivinos devolverla al pueblo de Israel.

Dios mostraba su celo sagrado de tal manera que muchos murieron al tocarla o mirarla. Desde ya, el propiciatorio del arca era el prototipo de Cristo. Por eso Pablo declara enfáticamente que Dios ha puesto a Jesucristo como propiciación por medio de la fe en su sangre (Romanos 3:25). Cristo el verdadero Cordero sacrificado por nosotros.

Nuestra reflexión es entender ahora como el Señor Jesucristo se inmoló por toda la humanidad y como esa arca era el preámbulo que nos mostraría lo que tendría que padecer el Señor Jesús. Al igual que un macho cabrío sería degollado completamente y su sangre derramada en propiciación por muchos, siendo Dios y Rey, al punto de humillarse en una muerte tan cruenta por ti y por mí. Por eso no podemos despreciar tan sublime sacrificio y aceptar el derramamiento de su sangre para el perdón de todos nuestros pecados, no por un año como en el pacto sino para siempre.

Señor Jesús: Hoy entiendo lo que verdaderamente significó tu muerte y pasión. Gracias por ese sacrificio que hiciste por mí y permitir ahora que todos mis pecados sean perdonados. Por eso te entrego mi vida y te digo que acepto todo lo sufrido por mi causa, para que yo pudiera gozar una mejor vida y de paso la vida eterna. En tu nombre Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.

Bibliografía: Diccionario Ilustrado de la Biblia

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