sábado, 27 de junio de 2009

Más preciosa fue para mí tu amistad

¡Cuánto sufro por ti, Jonatán, pues te quería como a un hermano! Más preciosa fue para mí tu amistad que el amor de las mujeres.

2ª. Samuel 1:26.

Jonatán, ¡el gran amigo de David! A pesar de ser hijo del rey Saúl quien se convirtió en enemigo de David porque sabía que Dios le pasaría el trono a él, nunca falló en su fidelidad a la amistad que desde temprano se había sembrado en ellos. Jonatán, fue el amigo de las luchas, el amigo quien habló a su padre Saúl a favor de David para que no le hiciera daño. El amigo que lo salvó de la muerte al esconderlo en el campo y permitirle se alejara hacia otra ciudad para preservar su vida. El amigo con quien hizo un pacto y no lo violó.

¿Hay en tu vida algún Jonatán? Estoy segura que lo hay, y no uno sino muchos. Personalmente, doy gracias al Señor por haber puesto a mi lado verdaderas amistades. Amigas que se han convertido en hermanas. Familiares, convertidas en amigas o amigos. Solamente cuando pasamos situaciones difíciles, podemos entender el valor de la amistad. Gracias a Dios por todos esos angelitos que Dios dispuso para mí, y quienes de una u otra forma me tendieran su mano. Este devocional va dirigido a cada uno de ellos. No escribo sus nombres aquí porque el espacio es muy pequeño, pero quiero que sepan que en mi corazón siempre habrá un lugar especial para cada uno y en mis oraciones diarias persistentemente estarán presentes.

Si por diversas circunstancias tenemos que alejarnos, aún en la distancia en mi memoria, quedará grabado su recuerdo y estaré lista para compartir con ustedes sus alegrías y tristezas. Como dice la señora Hilda de Laffitte en su devocional, “alegría compartida es doble alegría, y dolor compartido es la mitad del dolor”.

Señor: Hoy te elevo mi oración por todas mis bellas amistades, quienes sin apego a su tiempo, a lo material y a sus vidas, me ofrecieron de manera incondicional el apoyo moral, espiritual y físico cuando lo necesité. Te ruego mi Señor, tiendas tu mano prodigiosa en cada uno de ellos y les retribuyas con tu amor y como tú lo sabes hacer, sus maravillosas acciones de hermandad. En el nombre de Jesús, amén.

Mi consejo: Si tienes un amigo, no lo uses porque se desgasta. Guárdalo en el cofre de tu corazón, como el tesoro más preciado.

Un abrazo y bendiciones.

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