El conocimiento envanece, mientras que el amor edifica. El que cree que sabe algo, todavía no sabe como debiera saber. Pero el que ama a Dios es conocido por él.
1ª. Corintios 8:1-2.
Todo conocimiento humano se contrasta con el conocimiento de Dios que es infinito e íntimo. La Biblia nos enseña que Dios conoce los nombres, los pensamientos, los caminos y las actividades del hombre. Mientras el hombre persigue el conocimiento, debe reconocer que todo su conocimiento es incompleto y puede ser vano.
El hombre posee un conocimiento parcial e insuficiente de Dios. Debe anhelar conocer profundamente quién es Dios. No basta con un conocimiento superficial y conocer su poder sino saber en verdad, quién es Él. El tiempo vendrá, cuando todos conocerán a Dios (Jeremías 31:34). El conocimiento espiritual es un regalo y se halla completo solamente en Cristo. Este conocimiento aunque es el mejor y el que más debemos desear no tiene porqué enorgullecernos, antes humildemente, ponerlo al servicio de Dios y de los demás.
Si no debemos dejarnos envanecer por el conocimiento de Dios, mucho menos por el conocimiento intelectual. Recordemos que toda dádiva procede de Dios y que si se posee un coeficiente alto de inteligencia se debe a su amor y misericordia. Hay que entonces, aprender a utilizar esos talentos con cordura, sin vanagloria y encauzándolos hacia el amor al prójimo, dando gracias y glorificando el nombre del Señor.
El ser ecuánimes con nuestros dones o talentos nos ayudará a llevar una vida cristiana equilibrada; pues tampoco se trata de lo contrario, de que despreciemos o subvaloremos lo que Dios nos ha concedido. Es tan malo el vanagloriarse del conocimiento como el de menospreciarlo. Del cómo y en qué utilizamos nuestros talentos, tendremos que dar cuenta a Dios.
Edifiquemos con amor a través del conocimiento tanto espiritual como intelectual que Dios nos ha dotado.
Un abrazo y bendiciones.
Bibliografía: Diccionario Ilustrado de la Biblia
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