sábado, 13 de junio de 2009

El Señor te llevó por el desierto y te puso a prueba para conocer tu corazón

Recuerda que durante cuarenta años el Señor tu Dios te llevó por todo el camino del desierto, y te humilló y te puso a prueba para conocer lo que había en tu corazón y ver si cumplirías o no sus mandamientos.

Deuteronomio 8:2

Moisés en Deuteronomio, antes de cruzar el Jordán y llegar a la tierra prometida, estaba recordándole al pueblo de Israel, todo lo que el Señor había hecho a favor de ellos y los exhorta a guardar sus leyes. En mi experiencia personal, ahora que estoy leyendo nuevamente el libro de Deuteronomio, tengo que confesar que por un momento creí estar en la tierra prometida, pero las circunstancias demuestran lo contrario. Le he preguntado entonces al Señor, qué tenemos que hacer para alcanzar la otra orilla y llegar a tan anhelada tierra. Sin embargo, Él sigue recalcándome su Palabra. Ya lo entenderé.

Los versículos 7, 8 y 9 dicen: “Porque el Señor tu Dios te conduce a una tierra buena: tierra de arroyos y de fuentes de agua, con manantiales que fluyen en los valles y en las colinas, tierra de trigo y de cebada; de viñas, higueras y granados; de miel y de olivares; tierra donde no escaseará el pan y donde nada te faltará; tierra donde las rocas son de hierro y de cuyas colinas sacarás cobre”. Todas estas promesas son para ti y para mí. ¡Fíjate! “tierra donde nada te faltará”.

Cuando lleguemos a esa tierra tenemos que saber que no estamos ahí por nuestros propios medios, sino que Dios puso su mano poderosa para llevarnos hasta ese lugar. Dice más adelante, que al estar satisfechos, alabemos al señor y que no olvidemos ninguno de sus beneficios. El nos permitirá una vida próspera, pero nos advierte con no dejarnos llevar por el orgullo y la arrogancia. “No se te ocurra pensar: Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos. Recuerda al Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza”. Versos 17 y 18.

Siguiendo el curso de mi devocional, llego a 2ª. Corintios 1:19 y 20, como para que no me queden dudas Dios me dice: “Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, a quien Silvano, Timoteo y yo predicamos entre ustedes, no fue “sí” y “no”; en él siempre ha sido “sí”. Todas las promesas que ha hecho Dios son “sí” en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos “amén” para la gloria de Dios”.

Señor: ayúdanos a confiar plenamente en ti de tal manera que digamos como nos enseña el apóstol Pablo. Tus promesas son siempre “SI” y te damos toda la gloria creyendo en ellas y por eso te respondemos con gratitud “AMÉN”.

Un abrazo y bendiciones.

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