jueves, 11 de junio de 2009

Escucha, Israel, y esfuérzate en obedecer

Escucha, Israel, y esfuérzate en obedecer… El Señor nuestro Dios es el único Señor.

Deuteronomio 6:3 y 4.

Dios nos exige obedecer sus mandatos. (Cambia Israel, por tu nombre y aprópiate de estos versículos, que son para ti). Y aparte de rendirle adoración completa (“ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Verso 5), nos exhorta a enseñar a nuestros hijos a hacer lo mismo y dirigirlos de tal manera que ellos también lo puedan transmitir a las generaciones venideras (“Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes”. Verso 7).

Si llevamos una vida en obediencia cumpliendo los preceptos asignados, la palabra de Dios viene a ser nuestro sostén. Debemos aferrarnos firmemente a ella (“átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca”. Verso 8). De este modo, dejamos a los hijos la mejor herencia, que es la instrucción de su Palabra.

Nos cuesta mucho obedecer y con frecuencia se cree que Dios se goza más con los sacrificios que con la obediencia. “¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio”. 1ª. Samuel 15:22. Nuestro Padre no quiere que suplantemos el sacrificio de su Hijo y cuando nos imponemos algunos, que incluso van más allá de nuestras fuerzas, estamos invalidando lo hecho por Jesús en la cruz. Es como decirle: “Señor, tu sacrificio por mí se quedó corto y vengo a ayudarte”. El sacrificio de Cristo fue suficiente para la redención de la humanidad y no es necesario ningún otro. Nos queda reconocer entonces, la obediencia de Cristo al morir por nosotros y aceptar su sacrificio como el único y sobreabundante para la salvación.

En conclusión, obremos de tal manera que lo que hablemos o prediquemos sea una realidad en nuestras vidas, exaltando en todo momento su nombre a través de la obediencia y dejemos una huella imborrable en nuestros hijos, enseñándoles a cumplir y practicar su bendita Palabra.

Un abrazo y bendiciones.

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