lunes, 15 de junio de 2009

Y ahora Israel, ¿qué te pide el Señor tu Dios?

Y ahora Israel, ¿qué te pide el Señor tu Dios? Simplemente que le temas y andes en todos sus caminos, que lo ames y le sirvas con todo tu corazón y toda tu alma.

Deuteronomio 10:12.

Cambia Israel por tu nombre, “y ahora Dora, ¿qué te pide el Señor tu Dios? El Señor nos pide que le temamos, no con el temor del susto, sino con el reverente, que andemos en sus caminos, que lo amemos y sirvamos con todo el corazón y toda el alma. Quizá estás pensando, “esto es muy difícil de llevar”. Por mi experiencia personal, puedo decirte que la vida cristiana no tiene porqué ser una carga, al contrario, cuando tu obras para Dios, tus problemas incluso, pueden convertirse en bendición tanto para ti como para los que te rodean. La vida cristiana es simplemente un modo de vida. Una vida que debería ser la normal para todos, pero que a causa del pecado, se complica. Precisamente, eso es lo que Dios no desea de la humanidad. Él desea que todos se conviertan y se salven, por eso nos envió a su Hijo para que por medio de Él, tuviéramos paz con Dios y con nosotros mismos.

Cuando obras de la mejor manera, estás amando y sirviéndole a Dios. Por eso te insto a que tu hogar, tu trabajo, toda tu vida, los pongas en sus manos. Trabaja como para Dios y no como para los hombres. Ahí mismo, en ese capítulo de Deuteronomio dice: “despójate de lo pagano que hay en tu corazón, y ya no seas terco”. Verso 16. Cuando actúas rectamente, estás alabando su nombre. “Él es el motivo de tu alabanza; él es tu Dios”. Verso 21. ¡Fíjate, es muy fácil! No es tan complicado como se cree.

Muy seguramente piensas ¿y qué si llegan los problemas? Indudablemente la vida cristiana no es un lecho de rosas, pero como nos dice el apóstol Pablo en su segunda epístola a los Corintios “Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos pero no desesperados; perseguidos pero no abandonados, derribados pero no destruidos”. Capítulo 4, verso 8. Yo puedo dar plena fe, que es cierto.

Sigamos el ejemplo de Pablo, no nos desanimemos aunque nos veamos desgastados por fuera, por dentro nos vamos renovando (2ª. Corintios 4:16). Al respecto, ayer aprendí algo en la predicación de la Iglesia. “Dora: ¡tu mejor tiempo ha llegado! Nunca te dejes envejecer, Dios te ve con los mejores ojos, y para Él nunca eres vieja”. Ahora que estoy decidida a poner los píes para cruzar el Jordán, estas palabras fueron de gran aliciente. Pienso en la Fundación y aún me queda mucho por hacer. Hoy te las repito a ti: ¡tu mejor tiempo ha llegado!

Pon manos a la obra, deléitate en tu Señor y ¡adelante!

Un abrazo y bendiciones.

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