martes, 9 de junio de 2009

Si buscas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, lo encontrarás

Pero si desde allí buscas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, lo encontrarás.

Deuteronomio 4:29-30.

Si el hombre busca al Señor, sinceramente, sin tapujos ni condiciones, puede estar seguro de que lo hallará. Nuestro Dios, no es un Dios difícil. Al contrario es bondadoso, compasivo, misericordioso. No está listo con el látigo a castigarte para abandonarte y destruirte. Está presto a envolverte con su amor y ternura porque ante todo, Dios es amor.

Su incalculable amor rompe todos los parámetros. No existe amor más grande que el suyo. Entrega su amor incondicional, su amor ágape, a todo aquel que se le acerca. El regala el verdadero amor, el que jamás se extingue. El que “todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” 1ª. Corintios 13.

Si has conocido ya su amor y misericordia y te has alejado, no dudes en volver; mira hasta donde llega su compasión por ti: “Y al cabo del tiempo, cuando hayas vivido en medio de todas esas angustias y dolores, volverás al Señor tu Dios y escucharás su voz”. Deuteronomio 4:30. Su amor es inmutable, jamás cambia. Cuando estás en desobediencia y rebelión, sufre por ti. Es imposible imaginar que aún en medio de la indiferencia, ahí está. Se encuentra a tu lado, buscando el momento propicio para hablarte, para mostrarte que no te ha abandonado. Se duele tanto con el dolor tuyo como con el pecado que no te deja volver la mirada nuevamente hacia Él. Recuerda que Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador. Si te vuelves hacia Él, escucharás su voz. Si dices que no has pecado, estás mintiendo y te estás engañando (1ª. Juan 1:8-10).

“Reconoce y considera seriamente hoy que el Señor es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro”. Deuteronomio 4:39.

No dejes pasar más tiempo. ¿Cómo sabes si es la última oportunidad de reconciliarte con Dios? No importa tu elocuencia, simplemente sé sincero. Habla con Él:

Padre Celestial: Reconozco que he pecado. Te pido que me limpies con la sangre preciosa de Jesús y me permitas estar delante de tu trono sin nada de qué avergonzarme. Amén.

Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: