—¡Señor mío y Dios mío! —exclamó Tomás. —Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús; dichosos los que no han visto y sin embargo creen.
Juan 20:28-29. NVI.
Lectura: Juan
20:19-32. Versículos del día: Juan
20:28-29.
MEDITACIÓN DIARIA
Tomás no estaba con los discípulos cuando
Jesús se les apareció después de su resurrección y fue incrédulo y los
discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor! —Mientras no vea yo la marca de
los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado,
no lo creeré —repuso Tomás” (v. 25). Una semana más tarde volvió el Señor a
visitarlos y ya estaba Tomás con ellos. “Luego le dijo a Tomás: —Pon tu dedo
aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas
incrédulo, sino hombre de fe” (v. 27). Ante esto fue que respondió Tomás: “—¡Señor
mío y Dios mío!”. ¡Cuántos hay como Tomás! Son muchos a los que les cuesta
creer que en pleno siglo XXI, el Señor esté todavía efectuando milagros. Es más,
los hay que incluso predican la no divinidad de Cristo y decir esto es una
completa blasfemia. En agosto del año 2012, por segunda vez, el Señor me sacó
de mi lecho de muerte; y en diciembre de ese mismo año lo hizo con mi
primo-consuegro a quien se le reventó la aorta y clínicamente estuvo muerto.
Fueron dos milagros impresionantes con los que muchos de la familia pudieron
comprobar la grandeza de nuestro Dios y evidenciar que Él todavía realiza milagros.
No dejes que Satanás te
llene la cabeza de basura; recuerda que es el padre de la mentira y su tarea es
engañar para alejar a los que más pueda de la fe verdadera. Mi oración es que
estés dispuesto como Tomás a exclamar por su grandeza y poder: “Señor mío y
Dios mío”, así el Señor no manifieste ningún milagro en tu vida, porque eso es
fe.
Amado Señor Jesús:
nos consideramos dichosos porque sin ver, hemos creído en Ti. Creemos que Eres
el Hijo de Dios muerto y resucitado por todos nosotros. Señor, aumenta nuestra
fe, para aprender y acrecentar cada día más tu fidelidad y misericordia.
Reconocemos que Eres el Señor de señores y el Rey de reyes y necesitamos de Ti.
Gracias por venir a nuestras vidas y hacernos partícipes de tu reino celestial.
¡Te adoramos bendito Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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