Señor, líbrame de los labios mentirosos y de las lenguas embusteras.
Salmo 120:2. NVI.
Lectura: Salmo 120:1-7. Versículo del día: Salmo 120:2.
MEDITACIÓN DIARIA
Creo que esa debe de ser una oración constante prácticamente
de todos, porque es muy fácil dejarse llevar por las palabras. Es que no se
necesita llegar a ser embusteros; con el simple hecho de tildar, criticar,
susurrar de una persona, ya se prende la mecha y como dice el apóstol Santiago
se forma un incendio: “Así también la lengua es un miembro muy pequeño del
cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se
incendia con tan pequeña chispa!” (Santiago 3:5).
Por eso mismo es necesario aprender a tener la boca
cerrada; por un tonto comentario se puede llegar a destruir un hogar o a dañar
las relaciones familiares e incluso las amistades. A veces se piensa o se dice:
‘solamente lo comenté’. Pero ese comentar se puede volver una bola de fuego y
el comentario que al final es chisme, va pasando de boca en boca hasta destruir
completamente a la persona afectada. “¡Ah, lengua embustera! ¿Qué se te habrá
de dar? ¿Qué se te habrá de añadir? ¡Puntiagudas flechas de guerrero, con
ardientes brasas de retama!” (vv. 3-4 en la lectura). Si aprendemos a controlar
la lengua, podemos controlar todo el cuerpo (Santiago 3:2).
Buen Señor: venimos a Ti para darte las gracias por permitir
que tu Santo Espíritu nos enseñe sobre la importancia de ser prudentes y controlar
la lengua. Haz que siempre recordemos que las palabras tienen poder y que lo
que hablemos de otros puede voltearse hacia nosotros. Danos dominio propio
sobre nuestros labios para no pecar con ellos. Úsalos para bendecir, para
alabarte y glorificarte, para dar un consejo o para animar. Gracias bendito
Señor.
Un abrazo y bendiciones.
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