Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados.
1 Pedro 2:24. NVI.
Lectura: 1 Pedro 2:13-25. Versículo del día: 1 Pedro 2:24.
MEDITACIÓN DIARIA
Nadie puede declararse bueno y decir que no necesita a
Dios: “Así está escrito: No hay un solo justo, ni siquiera uno; no hay nadie
que entienda, nadie que busque a Dios. Todos se han descarriado, a una se han
corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!” (Romanos
3:10-12). Y puesto que no somos buenos, necesitamos de Dios, quien, en su
infinita misericordia, sabiendo que éramos pecadores, nos envió un Redentor: “Pero
Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos
pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Eso es lo que el pueblo
cristiano está conmemorando en esta semana: la pasión y muerte de Cristo el
Señor. Pero tenemos que ser conscientes que no es de solo una semana. Dios
Padre, te quiere dar el regalo de la gracia no por una semana sino para siempre.
Su sacrificio tiene validez por siempre; y llevemos una vida justa. “Después
añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades. Y, cuando estos han
sido perdonados, ya no hace falta otro sacrificio por el pecado” (Hebreos
10:17-18). Él, cargó nuestros pecados en su propio cuerpo para apartarnos de
ellos y que llevemos una vida justa.
Mira: Cristo no quedó en ese madero como supuestamente
lo vemos en un crucifijo; Él fue literalmente molido por nuestros pecados.
Todos sabemos cómo queda un alimento cuando se muele: es una masa completa. Eso
lo vivió nuestro buen Jesús y así quedó: “No había en él belleza ni majestad
alguna; su aspecto no era atractivo y nada en su apariencia lo hacía deseable”;
“Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades”
(Isaías 53:2 y 5). Cristo, el regalo más grande de Dios para la humanidad con
el fin de salvarnos: “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la
fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras,
para que nadie se jacte” (Efesios 2:8-9). Oremos:
Señor Jesucristo: yo te necesito y sé que me amas.
Gracias por morir por mí en la cruz por mis pecados. Hoy acepto tu sacrificio y
decido recibirte en mi corazón como mi Señor y Salvador. Toma mi vida y haz de
mí, la persona que quieres que yo sea. Gracias por perdonar mis pecados y darme
la vida eterna a tu lado. Amén.
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario