martes, 23 de abril de 2019

Hay que confesarlo y creerlo


Esta es la palabra de fe que predicamos: que, si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Romanos 10:9. NVI.

Lectura: Romanos 10:1-21.  Versículo del día: Romanos 10:8-9.

MEDITACIÓN DIARIA

Muy seguramente desde pequeño has escuchado que Jesús nació en un humilde pesebre y a la edad de treinta años comenzó su ministerio hasta ser arrestado, padecer y ser crucificado. Además de esto, también se te habló de la resurrección, pero ahí quedó todo. El domingo pasado celebramos la Pascua de Resurrección. Por eso dice aquí la Escritura: “La palabra está cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón” (v. 8). Sobre eso precisamente trata el versículo del día: de confesar con tu boca que Jesús es el Señor y creer en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos. “Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo”. (v. 10).

“Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique? ¿Y quién predicará sin ser enviado? Así está escrito: ¡Qué hermoso es recibir al mensajero que trae buenas nuevas!” (vv. 14-15). No es solamente de buscarlo en una semana; es siempre. Y para ti va este mensaje: para que, si solamente crees en Jesús por tradición, hoy voltees tus ojos hacia Él y con corazón sincero lo confieses con tu boca. Desde mi humilde devocional, me hago portadora de transmitírtelo. No tengo palabras muy elocuentes, pero sí la firme convicción de que Dios es Fiel y jamás nos engaña. Deseo fervientemente que el Espíritu Santo te revele quién fue en verdad Jesús de Nazaret y lo conozcas personalmente. Te puedo guiar con una sencilla oración; si esta exterioriza lo que en verdad deseas, puedes hacerla conmigo:

Señor Jesucristo: Hoy confieso con mi boca y creo en mi corazón que Eres el Hijo de Dios muerto por mis pecados y resucitado por Dios para darme vida eterna. Te acepto en mi vida como mi Señor y Salvador. Gracias por perdonarme y limpiarme y permitirme ahora ser parte de la familia celestial. En tu Nombre Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.

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