Esta es la palabra de fe que predicamos: que, si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Romanos 10:9. NVI.
Lectura: Romanos 10:1-21. Versículo del día: Romanos 10:8-9.
MEDITACIÓN DIARIA
Muy seguramente desde pequeño has escuchado que Jesús
nació en un humilde pesebre y a la edad de treinta años comenzó su ministerio
hasta ser arrestado, padecer y ser crucificado. Además de esto, también se te
habló de la resurrección, pero ahí quedó todo. El domingo pasado celebramos la
Pascua de Resurrección. Por eso dice aquí la Escritura: “La palabra está cerca
de ti; la tienes en la boca y en el corazón” (v. 8). Sobre eso precisamente trata
el versículo del día: de confesar con tu boca que Jesús es el Señor y creer en
tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos. “Porque con el corazón se
cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo”. (v.
10).
“Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído?
¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien
les predique? ¿Y quién predicará sin ser enviado? Así está escrito: ¡Qué
hermoso es recibir al mensajero que trae buenas nuevas!” (vv. 14-15). No es
solamente de buscarlo en una semana; es siempre. Y para ti va este mensaje:
para que, si solamente crees en Jesús por tradición, hoy voltees tus ojos hacia
Él y con corazón sincero lo confieses con tu boca. Desde mi humilde devocional,
me hago portadora de transmitírtelo. No tengo palabras muy elocuentes, pero sí
la firme convicción de que Dios es Fiel y jamás nos engaña. Deseo
fervientemente que el Espíritu Santo te revele quién fue en verdad Jesús de
Nazaret y lo conozcas personalmente. Te puedo guiar con una sencilla oración; si
esta exterioriza lo que en verdad deseas, puedes hacerla conmigo:
Señor Jesucristo: Hoy confieso con mi boca y creo en
mi corazón que Eres el Hijo de Dios muerto por mis pecados y resucitado por
Dios para darme vida eterna. Te acepto en mi vida como mi Señor y Salvador.
Gracias por perdonarme y limpiarme y permitirme ahora ser parte de la familia
celestial. En tu Nombre Jesús, amén.
Un abrazo y bendiciones.
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