Jesús le dijo: ¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas?
Juan 20:15. NVI.
Lectura: Juan 20:1-31. Versículo del día: Juan 20:15.
MEDITACIÓN DIARIA
Esta mujer que lloraba era María Magdalena, la misma a
la que el Señor había expulsado siete demonios. Muy seguramente esta mujer
estaba atada fuertemente por Satanás y el Señor le da liberación total (Lucas
8:2). No sabemos con exactitud qué clase de mujer sería, pero definitivamente a
quien mucho se le perdona, mucho ama y ella amaba a su Señor. Es hermoso ver
que el Señor buscó aparecerse primero a una mujer que había sido esclavizada por
el pecado. “—María —le dijo Jesús. Ella se volvió y exclamó: ¡Raboni! (que en
arameo significa: Maestro)” (v. 16). Yo supongo que debió de ser inolvidable
esta experiencia para María Magdalena. Ella quiere abrazarle, tocarle, pero el
Señor le dice que no ha vuelto al Padre y mejor vaya a darles la noticia a sus discípulos
(vv. 17-18).
Las mujeres tenemos que sentirnos privilegiadas de
saber y entender la obra redentora de Jesús. María, la madre del Señor fue la primera mujer
en aceptarle en su corazón cuando le dijo al ángel Gabriel: “Aquí tienes a la
sierva del Señor —contestó María—. Que él haga conmigo como me has dicho”
(Lucas 1:38). Y ahora también envía a una mujer para que vaya a evangelizar y
diga que Jesús resucitó, y a los primeros que tenía que dirigirse era a sus
discípulos precisamente. ¡Hasta dónde Dios está revindicando a la mujer!
Aprendí ayer en el Servicio de la Iglesia que con la resurreción de Jesús: “Hay
más para la historia; pero también para la historia tuya”. Así que, si hay
vacío en ti, muerte en ti, tristeza en ti; Jesús también quiere llegar y decirte:
‘aquí estoy, no llores más. Vengo a llenar ese vacío que hay en tu vida porque
yo soy la vida y la resurrección”. Y su mensaje es para todos: hombres y
mujeres por igual lo necesitamos. Deja que Jesús marque la historia de tu vida.
Señor Jesús: Entiendo que tu muerte y resurrección fue
para perdonarme y darme una nueva vida Contigo. Bien sabes cuán vacío estoy.
Ven a mi corazón e inunda mi ser con tu Presencia. Gracias por perdonar mis
pecados y por saber que también resucitaré como Tú. ¡Es maravilloso lo que
hiciste por mí! ¡Aleluya! ¡Alabo y bendigo tu Nombre!
Un abrazo y bendiciones.
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