Moisés tenía ciento veinte años de edad cuando murió. Con todo, no se había debilitado su vista ni había perdido su vigor.
Deuteronomio 34:7. NVI.
Lectura: Deuteronomio 34:1-12. Versículo del día: Deuteronomio 34:7.
MEDITACIÓN DIARIA
Moisés: un hombre dispuesto para Dios; un líder
eficiente, un amigo de su Señor. “Desde entonces no volvió a surgir en Israel
otro profeta como Moisés, con quien el Señor tenía trato directo” (v. 10). Fue
un hombre luchador, de coraje y persistente; y a mi parecer de mucha humildad y
misericordioso. Todo lo hizo y batalló para dejar al pueblo de Israel a las
puertas de la tierra prometida. Es de admirar que con la edad que tenía no
había perdido la vista ni su fuerza.
Ahora nosotros tenemos que darle gracias a Dios. Pues
el Señor Jesús vino no solamente a cumplir las profecías del Antiguo Testamento
sino a salvarnos del pecado. Si creemos en Jesús y aceptamos su obra redentora
en la cruz, también como Moisés podemos hablarle cara a cara; tenemos
comunicación directa. Recordemos que por esto el velo del templo se rasgó (Mateo
27:51); además si nos convertimos en sus discípulos somos sus amigos. E igual
como líderes suyos, somos acreedores de nuevas fuerzas, de vivir completamente
saludables. El Señor ya se llevó en la cruz nuestras enfermedades y dolencias.
Somos fuertes y vigorosos porque Él está presente: “Aun en la vejez, cuando ya
peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y cuidaré de
ustedes; los sostendré y los libraré” (Isaías 46:4). Todo esto lo tendremos como
Moisés. No poseeremos miedo de cruzar ríos, valles, desiertos porque va con
nosotros el Gran Maestro y su Santo Espíritu guiándonos para no tropezar. ¡Gloria
a Dios por tanta bondad!
Amado Señor: Gracias porque al llamarnos para tu reino,
has querido hacernos líderes parecidos a tu amigo Moisés. Enséñanos a andar de
tu mano y a vivir la vida abundante cumpliendo la misión que nos dejaste sin
temor ni desmayar, sabiendo que Eres quien vas abriendo los caminos para llevar
a otros hacia la tierra prometida que fluye leche y miel inigualables. Queremos
ser instrumentos tuyos. ¡Utilízanos Señor! ¡Te amamos bendito Dios!
Un abrazo y bendiciones.
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