viernes, 14 de septiembre de 2018

No olvidar sus maravillas es ser agradecido


Cuando comas de ellas y te sacies, cuídate de no olvidarte del Señor, que te sacó de Egipto, la tierra donde viviste en esclavitud. 
Deuteronomio 6:11d-12. NVI.

Lectura: Deuteronomio 6:1-25.  Versículos del día: Deuteronomio 6:11d-12.

MEDITACIÓN DIARIA

Después de salir de la esclavitud, Dios manda a los suyos a no olvidar lo hecho por el Señor a favor de ellos. Y para que esto se dé, hay que vivir recordando sus hazañas y milagros por siempre y enseñárselas a las generaciones venideras: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes” (vv. 5-7). Todos podemos decir que hemos vivido atrapados en desiertos áridos y sofocantes; o hemos también sido esclavos del pecado, aunque no lo admitamos o queramos olvidarlo: “pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). La verdad es que mientras no conocemos a Jesús como nuestro Señor y Salvador no podemos sentirnos libres. La verdadera libertad está en Él (Juan 8:32).
Si ahora ya lo conocemos y hemos experimentado su amor, su gozo, su paz, su perdón y su misericordia, ya estamos entonces en la tierra prometida. Menos podemos olvidarnos. La Escritura también nos lo recuerda: “Pero ten cuidado de no olvidar al Señor tu Dios” (Deuteronomio 8:11). Ni de volverte orgulloso porque ya te encuentras en otra situación. “No se te ocurra pensar que esa riqueza es fruto de tu poder y de las fuerzas de tu mano” (Deuteronomio 8:17). Entiende que ha sido el Señor quien te ha dirigido y llevado a ser lo que ahora eres. No olvidar sus maravillas es ser agradecido.

Gracias bendito Señor por habernos permitido conocerte y entender que sin Ti no somos nada y que todo lo que tenemos ha sido por tu inmensa bondad y amor. Enséñanos a ser dóciles a tu Palabra y a no olvidar nunca de donde nos sacaste. ¡Te alabamos y bendecimos por siempre buen Dios!

Un abrazo y bendiciones.

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