miércoles, 19 de septiembre de 2018

Todas sus bondades van de generación en generación


Reconoce, por tanto, que el Señor tu Dios es el Dios verdadero, el Dios fiel, que cumple su pacto generación tras generación, y muestra su fiel amor a quienes lo aman y obedecen sus mandamientos. 
Deuteronomio 7:9. NVI.

Lectura: Deuteronomio 7:1-26.  Versículo del día: Deuteronomio 7:9.

MEDITACIÓN DIARIA

¡Qué hermoso es no solamente reconocer sino tener la certeza de que nuestro Señor es el Dios verdadero! ¡El Dios fiel y amante que nos sostiene por siempre! Y además de eso saber que de lo mismo gozarán los que vienen detrás nuestro. Su fidelidad es grande y su amor inagotable. ¡Gracias por tantos favores recibidos buen Dios!
Todo este cúmulo de bendición está disponible tanto para ti como para mí; solamente hay que aceptar su amor. La Biblia dice lo siguiente: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Ese amor de Dios estuvo derramado en su Hijo Jesucristo. Jesús vino al mundo para cumplir la sublime misión de rescatarnos del pecado y del infierno. Por eso dio su vida en un madero por ti; por eso Dios lo levantó de entre los muertos para que también puedas entonces gozar de una vida eterna a su lado. No dejes pasar más tiempo para invitarle a que entre a tu vida. Él está tocando a la puerta de tu corazón; de ti depende si le dejas seguir o le cierras la puerta. Yo lo hice unos buenos años atrás y jamás me he arrepentido. Cada día me enseña nuevas cosas; cada día es vivir con Él una experiencia maravillosa. Me ha llevado por desiertos áridos, pero también por aguas tranquilas y valles verdes para descansar. Hazlo tú; mañana puede ser ya tarde. El Señor se convertirá en tu Dios y estará pendiente no solamente de lo tuyo ahora, sino que va más lejos: tus generaciones estarán en sus manos igualmente. Si deseas podemos orar así:

Amado Dios: hoy entiendo tu profundo amor y preocupación por mí y por tanto le abro la puerta de mi corazón a tu Hijo Jesús y lo acepto como mi Señor y Salvador. Reconozco que soy pecador pero que precisamente Tú Jesús viniste a pagar por mis pecados y a darme una nueva vida Contigo. Gracias por perdonarme y limpiarme. Ahora soy merecedor de todas aquellas bondades que tienes para ofrecerme, solo porque Tú lo dispusiste así. ¡Alabo y bendigo tu Nombre! Amén.

Un abrazo y bendiciones.

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