Porque el Señor tu Dios te conduce a una tierra buena: tierra de arroyos y de fuentes de agua, con manantiales que fluyen en los valles y en las colinas; tierra de trigo y de cebada; de viñas, higueras y granados; de miel y de olivares; tierra donde no escaseará el pan y donde nada te faltará; tierra donde las rocas son de hierro y de cuyas colinas sacarás cobre.
Deuteronomio 8:7-9. NVI.
Lectura: Deuteronomio 8:1-20. Versículos del día: Deuteronomio 8:7-9.
MEDITACIÓN DIARIA
El paso del desierto a la tierra prometida es de
bendición. En nuestra antigua vida, antes de conocer a Jesús como Señor y
Salvador todo era sombra, inquietud, zozobra, desolación y hasta frustración.
Pero al cruzar hacia el otro lado, el Señor nos muestra una nueva tierra donde
hay arroyos, fuentes, manantiales, valles, colina; tierra de trigo, cebada,
viñas, higueras y granados. Esa fructífera tierra y esa promesa convertida en
bendición es la que debemos coger para nosotros sabiendo y entendiendo que
ahora somos adoptados como hijos. “Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a
nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abba! ¡Padre! Así que ya
no eres esclavo, sino hijo; y, como eres hijo, Dios te ha hecho también
heredero” (Gálatas 4:5-7).
Y bien, como herederos nos corresponde igualmente la
bella Sion; la tierra que fluye leche y miel. Ya no tenemos que seguir en
soledad ni vivir en escasez porque por fe en Cristo el Señor, lo tenemos todo.
No hay que dar marcha atrás dejándonos llevar por imposiciones de hombres o por
temores infundados. “Pero, ahora que conocen a Dios —o más bien que Dios los
conoce a ustedes—, ¿cómo es que quieren regresar a esos principios ineficaces y
sin valor?” (1 Pedro 1:9). Después de conocer la gracia no hay razón para
volver a la ley. Gocémonos en esta nueva y buena tierra que se nos ha dado como
regalo.
Amado Señor: Muchas gracias por ministrarnos en
nuestras vidas. Gracias porque ahora entendemos hasta donde llega tu bendita
gracia para sustentarnos y sostenernos en la tierra que Tú has apartado para
los tuyos. ¡Te alabamos y te adoramos Bendito Dios!
Un abrazo y bendiciones.
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