sábado, 9 de diciembre de 2017

Un propósito para el nuevo año

El Señor dice: Este pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Su adoración no es más que un mandato enseñado por hombres. 
Isaías 29:13.

Lectura: Isaías 29:1-24.  Versículo del día: Isaías 29:13.

MEDITACIÓN DIARIA

Da tristeza saber que esta Palabra se está cumpliendo. El pueblo del Señor, su pueblo adquirido no tiene constancia ni sinceridad. Va a la Iglesia solamente por cumplir un rito o porque ‘me toca’, pero no porque le nazca hacerlo. Por lo menos en nuestros países latinos tal pareciera que se ha cambiado la religión tradicional por una más. Todavía no se entiende que el cristianismo es un estilo de vida donde se actúa por amor al Señor Jesús quien vino a morir por nuestros pecados.  Cuando le decimos que sea el centro de nuestra vida es para que así sea, no por hablar. Y si es el centro de nuestra vida tiene que haber una relación permanente con Él porque de lo contrario estaríamos mintiendo. Si no existe esa relación es muy fácil desviarnos y caer.
Miremos lo que nos sigue advirtiendo Isaías: “¡Ay de los que, para esconder sus planes, se ocultan del Señor en las profundidades; cometen sus fechorías en la oscuridad, y piensan: ¿Quién nos ve? ¿Quién nos conoce?! ¡Qué manera de falsear las cosas! ¿Acaso el alfarero es igual al barro? ¿Acaso le dirá el objeto al que lo modeló: Él no me hizo? ¿Puede la vasija decir del alfarero: Él no entiende nada?” (vv. 15-16). No podemos desconocer ni dejar a un lado a quien no solamente nos creó sino a quien también nos salvó.
Propongámonos que haya el anhelo de buscar al Señor ardientemente y honrarlo como se merece. Que esta sea una de nuestras metas en el área espiritual para el año que viene.

Amado Señor: Queremos estar Contigo como con el mejor de los enamorados. Buscarte en la mañana, en la tarde, en la noche. Hablarte muy seguido como al amigo más sincero abriendo el corazón no solamente para contarte tristezas y amarguras; también deseamos compartirte sueños, alegrías y triunfos. Gracias buen Dios por enseñarnos a adorarte con la mente, con labios sinceros y corazón humilde. Estamos agradecidos por tanto bien recibido. ¡Eres el Dios Majestuoso digno de toda nuestra alabanza! ¡Bendito eres Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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