Luz que ilumina a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Lucas 2:32.
Lectura: Lucas 2:21-40.
Versículo del día: Lucas 2:32
MEDITACIÓN DIARIA
A Simeón un hombre
devoto y lleno del Espíritu Santo le fue revelado que no moriría sin ver a
Cristo el Señor, Redentor de Israel. Cuando los padres de Jesús lo llevaron a
Jerusalén para presentarlo en el templo según la ley de Moisés, Simeón lo tomó
en sus brazos y proclamó: “Según tu palabra, Soberano Señor, ya puedes despedir
a tu siervo en paz. Porque han visto mis ojos tu salvación, que has preparado a
la vista de todos los pueblos: luz que ilumina a las naciones y gloria de tu
pueblo Israel” (vv. 29-32). María y José estaban asombrados por lo que se decía
del bendito Niño y Simeón prosiguió profetizando: “Este niño está destinado a
causar la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y a crear mucha
oposición, a fin de que se manifiesten las intenciones de muchos corazones. En
cuanto a ti, una espada te atravesará el alma” (vv. 34-35). Así se cumplió.
Simeón le da la gloria
al Señor por no morir sin conocer al Mesías; pero también estaba allí Ana, una
mujer de edad quien era profetisa y se dedicaba después de su viudez a orar y
ayunar de tiempo completo en el templo. Al llegar y ver a Jesús le dio gracias
a Dios y comenzó a hablar del niño a todos los que esperaban la redención de
Israel (vv. 36-38). Ambos ancianos pero
cada uno por su lado adoró a Dios. Podría decir que Ana fue quizá la primera
predicadora del Mesías. Aprovechemos el nacimiento de Jesús para glorificar su
Nombre.
Quizá a ti te han
pasado los años y jamás has tenido ese contacto directo con Jesús. Nunca es
tarde para hacerlo. Puedes hablarle a Dios tal como lo hizo Simeón. Y si tú te
identificas con Ana, no dejes de hablar a los que te rodean del Salvador del
mundo.
Amado Jesús: Gracias
porque a través de lo que sucedió con tu nacimiento podemos exaltar y
glorificar a Dios Padre. Gracias a Ti buen Jesús porque como escuché hoy: no
seríamos capaces de tocar el cielo, si Tú no hubieras tocado la tierra. Gracias
porque Tú eres la razón de la Navidad.
Un abrazo y
bendiciones.
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