Entonces dijo María: ―Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
Lucas 1:46-47 NTV.
Lectura: Lucas
1:46-56. Versículos del día: Lucas
1:46-47.
MEDITACIÓN DIARIA
Otra virtud para imitar
en María: el agradecimiento a Dios a través de la alabanza y adoración. Este
cántico es hermoso y se ve que salió completamente el corazón de ella. Pienso
que a nosotros nos hace mucha falta ser agradecidos. La verdad es que si no lo
somos con quienes están a nuestro alrededor y vemos, mucho menos lo seremos con
nuestro Papá que no vemos. En general siempre llego al mismo punto porque estamos
dados a pedir, pedir y pedir pero poco a dar. Nos cuesta hasta decir:
‘gracias’.
María habla de la
grandeza de Dios y de las maravillas que realizó en su vida (vv. 47-49).
Después del cierto temor o más bien del asombro que le causó al ser escogida
entre todas las mujeres para ser la madre del Salvador; ya en la calma y en la
visita a su prima Elisabet, comprueba que en su ser lleva a Jesús en el
vientre, y prorrumpe su cántico al Señor. También manifiesta la misericordia de
Dios con los pobres, con los humildes y recuerda las promesas hechas a sus
antepasados para demostrar su fidelidad. Me atrevería a asegurar que María
igualmente experimentó un después de Cristo. Es que indudablemente después de
recibirlo en su corazón como persona, mujer y madre a la vez, no podía pasar
inadvertido este tan sublime hecho. Tal vez lo que no tenemos bien en cuenta es
que igual somos escogidos; el mismo Señor lo dijo: “No me escogieron ustedes a
mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den
fruto, un fruto que perdure” (Juan 15:16). Exaltemos a nuestro Rey y Señor por
su grandeza y poder. Aprovechemos nuestro antes y después para componerle un
poema de agradecimiento al Salvador.
Señor Jesús: También
cada uno de nosotros estamos altamente agradecidos Contigo porque entre
millares de millares nos has escogido para ser partícipes de la gloria futura.
Del mismo modo, han sido tantas y tantas maravillas realizadas en nuestras
vidas que no podemos dejarlas en el olvido. Por eso, no cesaremos de decirte:
gracias, muchas gracias mi Señor.
Un abrazo y
bendiciones.
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