viernes, 22 de diciembre de 2017

Gracias, muchas gracias mi Señor

Entonces dijo María: ―Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. 
Lucas 1:46-47 NTV.

Lectura: Lucas 1:46-56.  Versículos del día: Lucas 1:46-47.

MEDITACIÓN DIARIA

Otra virtud para imitar en María: el agradecimiento a Dios a través de la alabanza y adoración. Este cántico es hermoso y se ve que salió completamente el corazón de ella. Pienso que a nosotros nos hace mucha falta ser agradecidos. La verdad es que si no lo somos con quienes están a nuestro alrededor y vemos, mucho menos lo seremos con nuestro Papá que no vemos. En general siempre llego al mismo punto porque estamos dados a pedir, pedir y pedir pero poco a dar. Nos cuesta hasta decir: ‘gracias’.
María habla de la grandeza de Dios y de las maravillas que realizó en su vida (vv. 47-49). Después del cierto temor o más bien del asombro que le causó al ser escogida entre todas las mujeres para ser la madre del Salvador; ya en la calma y en la visita a su prima Elisabet, comprueba que en su ser lleva a Jesús en el vientre, y prorrumpe su cántico al Señor. También manifiesta la misericordia de Dios con los pobres, con los humildes y recuerda las promesas hechas a sus antepasados para demostrar su fidelidad. Me atrevería a asegurar que María igualmente experimentó un después de Cristo. Es que indudablemente después de recibirlo en su corazón como persona, mujer y madre a la vez, no podía pasar inadvertido este tan sublime hecho. Tal vez lo que no tenemos bien en cuenta es que igual somos escogidos; el mismo Señor lo dijo: “No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure” (Juan 15:16). Exaltemos a nuestro Rey y Señor por su grandeza y poder. Aprovechemos nuestro antes y después para componerle un poema de agradecimiento al Salvador.

Señor Jesús: También cada uno de nosotros estamos altamente agradecidos Contigo porque entre millares de millares nos has escogido para ser partícipes de la gloria futura. Del mismo modo, han sido tantas y tantas maravillas realizadas en nuestras vidas que no podemos dejarlas en el olvido. Por eso, no cesaremos de decirte: gracias, muchas gracias mi Señor.

Un abrazo y bendiciones.

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