¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia?
Salmo 139:7.
Lectura: Salmo 139:1-12. Versículo del día: Salmo 139:7.
MEDITACIÓN DIARIA
Este Salmo es quizá el
capítulo de la Biblia que más habla a mi corazón. Resolví dividirlo en tres
partes: su presencia real; su presencia desde siempre y conclusión. Hoy hablaré
de su presencia real.
Creo que uno de los
versículos que afirma mi fe en el Señor y por ende en mi salvación es
precisamente el del día. En un momento crucial de mi vida me sentía desolada,
triste, abandonada y que no valía nada. Recuerdo haberle dicho al Señor muy
adolorida que no quería nada más con Él. ¿Y cómo me respondió? Con lazos de
amor, con ternura poco a poco me fue llevando nuevamente hacia sus brazos. Era
impresionante: si me subía en una buseta en mi ciudad natal, la persona de al
lado empezaba a hablarme de Dios, de cuánto me amaba. A veces en Bogotá
especialmente los conductores de transporte público son imprudentes con los
usuarios y colocan emisoras a todo volumen; pues a mí me tocó en una ocasión una
parte de una predicación dónde Dios también me hablaba de su amor; claro, no lo
tomé como imprudencia sino como otro mensaje para mí. En esos momentos y en otros más, pude
percatarme que así me fuera para el lugar más recóndito mi Señor jamás me
dejaría. “¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu
presencia?”. En ninguna parte podría estar porque ya no me pertenezco; “aun
allí tu mano me guiaría, ¡me sostendría tu mano derecha!” (v. 10). Desde el
instante en que le dije: ‘toma mi vida’ no soy yo la que me mando es Cristo
quien vive en mí.
El Espíritu Santo
estará continuamente abogando con gemidos que no pueden expresarse con palabras
(Romanos 8:26); además de eso me hará entender cuando he pecado (Juan 16:8) y
no queda nada más que hacer como en aquel entonces: pedirle perdón, echarme en
sus brazos y llorarle a Él. Su presencia es real en mi vida y tienes que tener
la seguridad que en la tuya también. Si un día le dijiste que tomara el centro
de tu vida, Él lo hizo. Jamás te dejará, jamás te abandonará. Su amor lo cubre
todo.
Señor amado: muchas
gracias por estar siempre ahí. Porque tu amor es tan grande que rebasa todo
entendimiento. Nada, absolutamente nada nos podrá separar de tu amor. Gracias
por habernos dejado tu Santo Espíritu para que Él en nuestra debilidad
interceda por nosotros. ¡Gracias buen Señor! No somos dignos de tanto amor que
nos has dado.
Un abrazo y
bendiciones.
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