lunes, 17 de julio de 2017

Ganémosle la batalla a la lengua pecaminosa

Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa!
Santiago 3:5.

Lectura: Santiago 3:1-12.  Versículo del día: Santiago 3:5.

MEDITACIÓN DIARIA

Bien lo dice Santiago: la lengua siendo uno de los órganos más pequeños del cuerpo puede incendiar todo un bosque. ¡Cuánto tenemos que aprender a frenar la lengua! Considero que la mejor manera de controlarla es fortaleciendo el espíritu con la oración, la Palabra de Dios y la alabanza. De la abundancia del corazón habla la boca (Lucas 6:45); y si el corazón lo tenemos lleno de Dios, nuestras palabras deben ser las más honestas, amigables y puras. Miremos que muchas de las obras de la naturaleza pecaminosa provienen de la lengua como el odio, la discordia, los celos, los arrebatos de ira (Gálatas 5:20-21). Todas estas cosas nos llevan a pecar con la boca. Pero si en vez de alimentarnos con ellas nos nutrimos de oración, alabanza y Palabra en un momento de ira por ejemplo, el Espíritu de Dios nos detiene porque estamos llenos de Él. Tenemos guardado en nuestro corazón una buena provisión y esto será lo que fluirá.
Propongámonos a estar en continua actitud íntima con Dios. Que nos gocemos con nuestro trabajo sea en casa, en oficina o en el lugar donde se esté laborando. Para esto necesitamos invitar al Señor cada nuevo día y en cada acción a tomar parte. Podemos estar hablando y compartiendo nuestros quehaceres con Él; podemos alabarle y darle gracias también aunque estemos en otra actividad. Dios se agrada como buen Padre que es, que se lo digamos con palabras amorosas. De esta manera lograremos ganarle la batalla a la lengua pecaminosa.

Amado Señor: Enséñanos a empaparnos de Ti completamente. A buscar tu rostro minuto a minuto de nuestra vida para tenerte guardado en el corazón como al mejor tesoro que queremos cuidar y no dejarlo quebrar. No queremos pecar con nuestros labios; queremos cambiar nuestra queja en alabanza y adoración para que de allí broten frutos de labios que demuestren que somos tuyos y te pertenecemos. ¡Gracias buen Señor!

Un abrazo y bendiciones. 

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