Señor, mi corazón no es orgulloso, ni son altivos mis ojos; no busco grandezas desmedidas, ni proezas que excedan a mis fuerzas.
Salmo 131:1.
Lectura: Salmo
131:1-3. Versículo del día: Salmo 131:1.
MEDITACIÓN DIARIA
Quizá esta sea la
oración tuya; pero también de pronto el Señor ha tenido que tratar contigo y
ahora exactamente reconoces como David, que el orgullo y la grandeza quedaron
atrás dando paso a la humildad: “Todo lo contrario: he calmado y aquietado mis
ansias. Soy como un niño recién amamantado en el regazo de su madre. ¡Mi alma
es como un niño recién amamantado!” (v. 2). ¡Cuántas cosas tiene que hacer el
Señor por nuestro bien! Ahí entra en juego su disciplina y nos cuesta
entenderla. Hablo por mi propia experiencia. Es que vivimos en un mundo lleno
de prejuicios y de mentira. Siempre desde niños nos han hecho creer que el
orgullo va de la mano con la dignidad y así no es. Se cree que entre más
orgullo demostremos vamos a sentar mejor nuestras posiciones y ¡cómo estamos de
errados! Por lo menos eso no es lo que dice la Palabra de Dios y nos toca
escoger entre lo que nos enseña el mundo y lo que nos enseña Dios. Si escogemos
por el lado de Dios como cristianos, nos toca aprender a bajar la cabeza no una
ni dos ni tres veces: son innumerables veces y esto también duele. Pero así
humildes, sin arrogancia nos quiere Dios.
Por eso el Salmista
termina este pequeño Cántico dándonos el consejo de poner la esperanza en el
Señor ahora y siempre (v. 3). El mensaje es para ti: pon tu esperanza en Dios.
Amado Señor: Si hago
una retrospectiva de mi vida, puedo decirte con sinceridad cuánto has cambiado
mi alma. Gracias porque sé que por el mismo amor derramado has tenido que
tratar con mi orgullo. Tómame en tus brazos porque ahora soy como recién nacida
y necesito tu calor y protección. ¡Mi esperanza está en Ti Papito Dios! ¡Gracias
buen Señor!
Un abrazo y
bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario