sábado, 1 de abril de 2017

La felicidad de poder tener tu Palabra como testimonio

¡Oh, cuánto deseo que mis acciones sean un vivo reflejo de tus decretos! 
Salmo 119:5 NTV.

Lectura: Salmo 119:1-8.  Versículo del día: Salmo 119:5.

MEDITACIÓN DIARIA

Observemos como empieza este Salmo y aprendamos algo sobre la lectura del día. Nos dice primero que todo que en el íntegro hay felicidad, alegría, dicha, gozo porque obedece la  Palabra de Dios (vv. 1-2). Y pongamos mucha atención al versículo que sigue: (los íntegros), “No negocian con el mal y andan solo en los caminos del Señor” (v. 3). En este mundo tan corrupto en que vivimos qué factible es dejarse llevar por el soborno, las prebendas, el dinero fácil y los falsos amigos que inducen al pecado. Pero el íntegro, el que vive la Palabra de Dios como es, andará dichoso de saber que le cumple a su Señor y que no tiene nada de qué avergonzarse. Por eso puede exclamar con seguridad y valentía que desea, sus acciones (testimonio), sean un vivo reflejo de los decretos del Señor. La Palabra de Dios es tan importante para el nacido de nuevo que Pedro nos afirma que  este renacer es imperecedero, mediante la Palabra de Dios que vive y permanece: “Pues han nacido de nuevo pero no a una vida que pronto se acabará. Su nueva vida durará para siempre porque proviene de la eterna y viviente palabra de Dios” (1 Pedro 1:23 NTV). 
Sigamos: cuando demos el fiel testimonio de nuestras acciones, por cumplir sus mandatos, caminaremos con la frente en alto sin temor alguno (v. 6). Y ¡qué lindo es el Señor! Él sabe que no llegamos a sus pies aprendidos; desde el momento en que lo recibimos y conocemos, hay mucho que dejar y mucho por tomar. Así  que es poco a poco que su Palabra se va impregnando en cada uno de acuerdo a la misma disciplina que tengamos para leerla, meditarla y aprenderla. Cada vez que logremos avanzar es un escaño más que subimos; entonces, debemos ser agradecidos con el Señor (v. 7). Siendo como somos: tercos, testarudos, inconstantes, infieles y hasta olvidadizos nos toca exclamar como el Salmista: “¡por favor, no te des por vencido conmigo!” (v. 8).

Padre amado: Si no fuera porque tenemos tu Palabra para instruirnos no sabríamos ni entenderíamos lo que esperas de nosotros. Gracias por poderla tener y estudiarla; es un privilegio que aun en el mundo occidental gozamos. Enséñanos a apreciarla y a valorarla como lo que es: Palabra tuya escrita con el único fin de mostrarnos tu grandeza, a través del  amor y la misericordia con la humanidad. Señor, no lo sabemos todo, ¡por favor termina en cada uno la buena obra que empezaste! Muchas gracias buen Dios y Señor.

Un abrazo y bendiciones.

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