sábado, 15 de abril de 2017

La puerta del Lugar Santísimo se abre para ti

En ese momento la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas. Mateo 27:51.

Lectura: Mateo 21:45-56.  Versículo del día: Mateo 27:51.

MEDITACIÓN DIARIA

La muerte de nuestro Señor estuvo rodeada de hechos muy significativos y milagrosos: la cortina del templo se rasgó en dos; hubo un terremoto y se partieron las rocas; se abrieron los sepulcros y muchos resucitaron. Con razón el Centurión y los que estaban custodiando a Jesús exclamaron: “¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!” (v. 54).
¿Pero qué significa que el velo del templo se haya rasgado? En el templo judío el velo separaba el Lugar Santo donde podían estar los hombres, del Lugar Santísimo donde solamente entraba el sumo sacerdote. Con la muerte de Jesús se rasga el velo de arriba abajo abriendo las puertas de par en par hacia el Lugar Santísimo, tanto para judíos como para gentiles.  Ya no había necesidad de un santuario interior donde entraría el sacerdote a sacrificar un cordero para  hacer expiación por el pecado. Dios Padre ya ofreció a su Cordero especial que quita el pecado del mundo, una vez y para siempre. “Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo”. (Hebreos 10:19-20). Esto significa que con la muerte del Señor Jesucristo no necesitamos de ningún intermediario. Al rasgarse el velo del templo, ya tenemos acceso directo con Dios Padre si reconocemos a Jesús como el Cordero inmolado.
Cristo Jesús es el Camino directo (Juan 14:6); Él vino a ofrecer su vida por ti y está esperando que aceptes su sacrificio en la cruz del Calvario. No desprecies la rasgadura del velo: es la puerta que se te abre para ir al Padre y tener la salvación. Mi oración es porque todos los acontecimientos que sucedieron con su muerte, puedan hacerte exclamar también: ¡Verdaderamente eres el Hijo de Dios! ¡La puerta del Lugar Santísimo se abre para ti! Te invito a seguir; podemos orar así:

Señor Jesucristo: hoy reconozco que eres el Hijo de Dios venido al mundo a morir por mis pecados y transgresiones. Decido recibirte en mi corazón como mi Señor y Salvador. Hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias por perdonarme y limpiarme y por la comunión directa con el Padre a través tuyo.

Un abrazo y bendiciones.

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