En ese momento la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas. Mateo 27:51.
Lectura: Mateo
21:45-56. Versículo del día: Mateo
27:51.
MEDITACIÓN DIARIA
La muerte de nuestro
Señor estuvo rodeada de hechos muy significativos y milagrosos: la cortina del
templo se rasgó en dos; hubo un terremoto y se partieron las rocas; se abrieron
los sepulcros y muchos resucitaron. Con razón el Centurión y los que estaban
custodiando a Jesús exclamaron: “¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!” (v.
54).
¿Pero qué significa que
el velo del templo se haya rasgado? En el templo judío el velo separaba el
Lugar Santo donde podían estar los hombres, del Lugar Santísimo donde solamente
entraba el sumo sacerdote. Con la muerte de Jesús se rasga el velo de arriba
abajo abriendo las puertas de par en par hacia el Lugar Santísimo, tanto para
judíos como para gentiles. Ya no había
necesidad de un santuario interior donde entraría el sacerdote a sacrificar un
cordero para hacer expiación por el
pecado. Dios Padre ya ofreció a su Cordero especial que quita el pecado del
mundo, una vez y para siempre. “Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús,
tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y
vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su
cuerpo”. (Hebreos 10:19-20). Esto significa que con la muerte del Señor
Jesucristo no necesitamos de ningún intermediario. Al rasgarse el velo del
templo, ya tenemos acceso directo con Dios Padre si reconocemos a Jesús como el
Cordero inmolado.
Cristo Jesús es el
Camino directo (Juan 14:6); Él vino a ofrecer su vida por ti y está esperando
que aceptes su sacrificio en la cruz del Calvario. No desprecies la rasgadura
del velo: es la puerta que se te abre para ir al Padre y tener la salvación. Mi
oración es porque todos los acontecimientos que sucedieron con su muerte,
puedan hacerte exclamar también: ¡Verdaderamente eres el Hijo de Dios! ¡La
puerta del Lugar Santísimo se abre para ti! Te invito a seguir; podemos orar así:
Señor Jesucristo: hoy
reconozco que eres el Hijo de Dios venido al mundo a morir por mis pecados y
transgresiones. Decido recibirte en mi corazón como mi Señor y Salvador. Hazme
la persona que deseas que yo sea. Gracias por perdonarme y limpiarme y por la
comunión directa con el Padre a través tuyo.
Un abrazo y
bendiciones.
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