Deseo tus bendiciones con todo el corazón; ten misericordia, como lo prometiste.
Salmo 119:58.
Lectura: Salmo
119:57-72. Versículo del día: Salmo
119:58.
MEDITACIÓN DIARIA
Todos deseamos las
bendiciones del Señor; y a veces no nos percatamos de las que tenemos por
desear más. Pienso que aquí también caben las palabras de Jesús cuando habló
sobre la parábola de las monedas de oro: “Has sido fiel en lo poco; te pondré a
cargo de mucho más” (Mateo 25:23). No solamente debemos dar gracias por
manifestaciones y promesas extraordinarias cumplidas. El Señor es especialista
en detalles pequeños, los cuales pasan desapercibidos porque los consideramos
de poca valía. Por ejemplo: el hecho de levantarnos nuevamente con vida cada
día; el considerar que tenemos ojos para ver, oídos para escuchar, nariz para
oler, boca para degustar, manos para palpar. El salir de casa y regresar sin novedad
alguna. No más el poder leer su Palabra debe ser motivo de agradecimiento al
Señor. Seguramente podríamos continuar, pero sería interminable la lista. Mejor
es que cada uno indague en su vida personal con la ayuda del Espíritu Santo. Si
no somos fieles en estos pequeños detalles, no esperemos los grandes. “Señor,
has hecho muchas cosas buenas a mi favor tal como lo prometiste” (v. 65 en la
lectura).
Dios que busca lo mejor
en sus hijos, como buen Padre nos disciplina y diremos como el Salmista: “El
sufrimiento me hizo bien, porque me enseñó a prestar atención a tus decretos”.
(v. 71). Lo que siempre nos recalcan y advierten es que no esperemos a pasar
por desiertos áridos y sedientos para buscar al Señor y empaparnos de su
Palabra. Su disciplina duele y mucho. Es más fácil aprender a las buenas que a
las malas.
Amado Señor: Gracias
por las cosas buenas que nos prometiste como por las difíciles que también
llegaron; gracias porque a través de ellas hemos aprendido lecciones que han
calado profundo en nuestro corazón. Igual Señor, si no hubiera sido por esos
momentos difíciles no tendríamos los testimonios maravillosos de lo que has
hecho y no podríamos darte la gloria y honra que mereces. Gracias porque hemos
recibido las lecciones, quizá con enojo y no de buena gana, pero con el tiempo
nos has mostrado tu grandeza a través de ellas. Permite que siempre busquemos
agradarte más con buen juicio y con el conocimiento recibido.
Un abrazo y bendiciones.
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