Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.Hechos 1:8.
Lectura: Hechos 1:1-11. Versículo del día: Hechos 1:8.
MEDITACIÓN DIARIA
Cuando le decimos a
Jesús que entre en nuestro corazón, también estamos aceptando al Padre y al Espíritu
Santo. Así que toda persona nacida de nuevo tiene al Espíritu Santo morando en
ella; y además de esto, cuando por nuestra naturaleza pecaminosa, volvemos a
caer, es el Espíritu Santo quien nos redarguye de pecado y es cuando caemos en
cuenta que volvimos a tomar las riendas del trono nosotros y no el Señor. Por
eso nos dice la Escritura: “No se emborrachen con vino, que lleva al
desenfreno. Al contrario, sean llenos del Espíritu” (Efesios 5:18). Igual que
le sucede al que se pasa de copas y habla y habla sin parar, nos sucede cuando estamos llenos del Espíritu Santo. Él
mismo nos guiará a hablar a otros y pondrá las palabras exactas en la boca para
que demos testimonio de quién es Jesús
de Nazaret y lo que ha hecho en nuestras vidas. Pablo en las instrucciones que
da, manda lo siguiente: “No apaguen el Espíritu” (1 Tesalonicenses 5:18). Si se
deja apagar la llama del bendito Espíritu Santo, no tendremos valor para cumplir
la comisión dejada por el Señor antes de ser llevado al cielo.
Los apóstoles después de
Pentecostés hablaban sin cesar de su Señor y testificaban de su resurrección.
El mensaje se ha ido propagando de generación tras generación. Toda la tierra,
hasta en los lugares más remotos, oirá su voz: “Por toda la tierra se difundió
su voz, ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo!” (Romanos 10:18).
Pidámosle al Espíritu
Santo que nos embriague de su poder y nos revele cuál es nuestra Judea y
Samaria para que empecemos a llevar a cabo la obra encomendada.
Amado Señor Jesús:
Pedimos que tu Santo Espíritu venga a llenarnos con su presencia y nos guíe a
compartir el testimonio de haberte conocido y lo que has hecho en nuestras vidas.
Queremos que en nuestra Judea y Samaria nadie se quede sin saber quién fuiste
Tú y el propósito que tenías al venir a morir por todos sin excepción alguna.
Que sepan y gritemos a los cuatro vientos que eres el Mesías prometido, muerto
y resucitado por Dios como testimonio para que se conviertan a Ti y alcancen la
vida eterna. ¡Gracias precioso Espíritu Santo por darnos todo tu poder para cumplir
y llevar a cabo la tarea!
Un abrazo y
bendiciones.
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