martes, 26 de abril de 2016

El privilegio de tener la receta




Yo tengo el deber sacerdotal de proclamar el evangelio de Dios, a fin de que los Gentiles lleguen a ser una ofrenda aceptable a Dios, santificada por el Espíritu Santo. 
Romanos 15:16.


Lectura: Romanos 15:14-22. Versículo del día: Romanos 15:16.

MEDITACIÓN DIARIA

El amor de Jesús debería motivarnos a proclamar su mensaje sea a tiempo o a destiempo. Hay que aprovechar toda ocasión, porque no sabemos si habrá un mañana para esa persona o si incluso, esté esperando la oportunidad para suicidarse. No sabemos con la sed que otro vive y nosotros tenemos en nuestras manos el agua de vida. En ocasiones creemos que no hay que predicarles a algunas personas porque según nuestro parecer, ellas rechazarían el mensaje y si nos hemos arriesgado, notaremos que estaban ávidas de Dios. También puede suceder que las vemos muy adentro de su religión tradicional y no queremos estorbarlas; sin embargo, no discernimos hasta dónde el Espíritu Santo hará su obra y estarán listas para aceptarlo.
El mensaje del Señor Jesucristo llena, reconforta, fortalece, da vida y sosiego al cansado; por el camino van muchos quizá como Garrik: “¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora! ¡Nadie en lo alegre de la risa fíe, porque en los seres que el dolor devora, el alma gime cuando el rostro ríe!” (Reír llorando, Poema de Juan de Dios Peza). Él hacía reír a todo el que iba a verle, pero tenía una soledad en su interior que nadie podía llenar. Su médico prestante le aconseja que visite a Garrik, pero él le dice: “¡Yo soy Garrik!...Cambiadme la receta”. Nosotros y solamente nosotros tenemos el privilegio de cambiar esa receta. El Señor Jesucristo vino a eso: a llenar corazones vacíos, vidas desoladas y a hacernos reír a carcajadas. El Espíritu Santo nos da el don de la alegría. Así que a donde quiera que vayamos tenemos palabras de vida para ofrecer; no desperdiciemos el tiempo ni la oportunidad.

Amado Señor: Sabemos que toda persona tiene un vacío en su corazón, pero no sabemos cómo tocar sus fibras profundas y que reconozcan la necesidad que tienen de Ti. Danos sabiduría y discernimiento para encontrarlas y poderles compartir lo que Tú eres y haces en cada una cuando voluntariamente deciden aceptarte como Señor y Salvador. ¡Gracias por conocerte y saber que eres la mejor receta acertada para el hombre! ¡Te amamos Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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