viernes, 22 de abril de 2016

Es nuestro primer regalo para ofrecer




—No tengo plata ni oro —declaró Pedro—, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda! 
Hechos 3:6.


Lectura: Hechos 3:1-10.  Versículo del día: Hechos 3:6.

MEDITACIÓN DIARIA

Estas palabras de Pedro me recuerdan la conversión de mi sobrino querido Andresito, quien pasó a gozar de la presencia del Señor. Cuando le pronosticaron su cáncer de estómago, fue muy duro y directo al decirme que por favor nunca le fuera a nombrar a Dios porque él era ateo. Después de seis meses, ya casi al borde de su muerte, quiso llamarme para que lo acompañara a la que fue su última cita con su oncólogo. Sabiendo que por esos días nuestra situación económica estaba en el nivel más bajo, me pregunté; ¿por qué a mí? Y les dije a mis hijos: ‘no tengo nada que darle, solamente palabras de vida eterna; oren por eso’. Tan pronto estuve a su lado en el carro, pronunció lo que tan ansiosamente había esperado: ‘Tía, háblame de Dios’. Les puedo asegurar que si hubiera podido parar el tráfico y gritar a los cuatro vientos mi felicidad, lo hubiera hecho.
A veces pensamos que una persona acude a nosotros solamente porque necesita un bien material y no nos percatamos de su necesidad interior. Ni siquiera intuimos que a voces está diciendo: ¡necesito de Dios! La misma convulsión del mundo va dejando más agite, soledad y depresión en las personas y ellas están ávidas de algo diferente que las motive. Ese cambio solamente puede ofrecerlo Dios a través de su Hijo Jesucristo. Creo que por eso el Señor nos hace reflexionar sobre alzar los ojos y mirar que la cosecha está lista (Juan 4:35). Si nosotros no vamos a calmar esa necesidad, buscarán en otros rebaños que no son los del Señor.
Como cristianos tenemos mucho que ofrecer; aprovechemos la mies madura y levantémonos a predicar el reino de Dios.

Amado Señor: Haznos entender que la riqueza más grande es tenerte a Ti como Señor y Salvador de nuestras vidas y que este es el primer regalo que debemos ofrecer no solamente a nuestros familiares y allegados sino a todo aquel que se acerque para pedirnos quizá un pan. Sí; es nuestro deber darles el pan, sin dejar de lado el pan de vida eterna. ¡Gracias buen Dios por tu enseñanza! ¡Te amamos y bendecimos tu Nombre!

Un abrazo y bendiciones.

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