Jesús le dijo: ¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas? Ella, pensando que se trataba del que cuidaba el huerto, le dijo: Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, y yo iré por él.Juan 20:15.
Lectura: Juan 20:1-18. Versículo del día: Juan 20:15.
MEDITACIÓN DIARIA
La mujer que en el
Antiguo Testamento no fue tomada muy en cuenta y que aun en estos tiempos en
diferentes culturas del oriente vemos lo mismo, el Señor Jesús la revindicó y
levantó para dejarla al mismo nivel del hombre, tal como fue desde la creación
pero con roles diferentes. Nos debemos sentir orgullosas al ver el ministerio
del Señor con ellas mientras estuvo en su vida pública. Los Evangelios nos
relatan que fue a María Magdalena a quien primero se apareció y esto tiene
mucho significado, al ver la importancia que el Señor tuvo con el sexo
femenino.
Los pasajes de Jesús al
lado de mujeres como la samaritana, donde no le importó los parámetros
establecidos con los que eran hermanos entre sí pero que se habían dividido
(Juan 4;); la mujer gentil de Sirofenicia,
a quien exaltó su fe (Marcos 7:2-30); con Marta y María sus amigas entrañables,
hermanas de Lázaro (Lucas 10:38-42; Juan 11:4). Con María Magdalena a quién
Jesús había expulsado siete demonios, Juana, la esposa de un funcionario de
Herodes, Susana y otras más (Lucas 8:1-3). Sin lugar a duda alguna también
entendió el sufrimiento y sensibilidad de una madre porque lo demostró con la
suya propia, al encargarle a Juan el cuidado de María (Juan 19:26-27). Todos
ellos nos hablan de su amor innegable hacia nosotras.
A esta María Magdalena,
fue a quien primero se le apareció después de resucitado. En mi parecer, creo
que el Señor no solamente revindicó a la mujer y le dio la importancia
necesaria sino que también quiso con esto, invitarnos a seguirle como todas
ellas, siendo igual, portadoras del mensaje de salvación. El Señor sabía de la
sensibilidad de la mujer, de su don de servicio, de su amabilidad y delicadeza,
y es ahí donde nos llama a llevar comprensión, consuelo, ternura y su amor hacia
tanto necesitado. El mensaje es claro: tenemos una labor que cumplir en medio
de la sociedad.
Amado Señor Jesús:
Gracias por haber tenido a la mujer en cuenta a lo largo de tu ministerio.
Gracias porque nos extiendes tu mano dándonos el privilegio de escuchar tu
dulce voz y seguirte aquí en la tierra. Igual que aquellas mujeres que te
seguían, queremos hacerlo nosotras con el ánimo de servirte cada día mejor y
contribuir a la expansión de tu reino. Enséñanos a ser la clase de mujer que
esperas que seamos. ¡Gracias buen Señor!
Un abrazo y
bendiciones.
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