—¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres! —respondieron Pedro y los demás apóstoles—Hechos 5:29.
Lectura:
Hechos 5: 17-41. Versículo del día:
Hechos 5:29.
MEDITACIÓN
DIARIA
Dos
aspectos me llaman la atención de la Iglesia primitiva: la unidad y la obediencia; y de estas dos, sobresale la
obediencia. Nos hemos puesto a pensar lo que es ¿obedecer a Dios antes que a
los hombres? Si ahora nos cuesta tanto obedecer en cosas que relativamente son
pequeñas, ¿cómo vamos a responder por ejemplo, en caso de una persecución?
Porque lo que sucedía con estos discípulos era eso: persecución por estar
obedeciendo. El ángel del Señor que les abrió las puertas en la cárcel, les
ordenó: “Vayan —les dijo—, preséntense en el templo y comuniquen al pueblo todo
este mensaje de vida” (v. 20). Ellos lo hicieron así y al final los dejaron
libres pero azotados.
Siempre
me he preguntado por qué es tan difícil obedecer. En estos días vi por internet
algo al respecto y era un jefe buscando un empleado para su empresa. Se presentaron
dos que tenían títulos tras títulos y no fueron contratados. De inmediato el
jefe les da las gracias, les ofrece un dulce pero les da el ‘no’ contundente.
El tercero pensaba que si eso había pasado con ellos, él sería igual de descalificado;
pues no tenía esos títulos ni había siquiera llevado su Hoja de Vida. Muy
sinceramente habla con el jefe y cuando éste le pregunta: ¿Usted que sabe
hacer? Responde: Sé obedecer. Dio en el blanco; inmediatamente obtuvo su
trabajo. El jefe estaba hastiado de personas que se ufanaban de grados y
condecoraciones, pero que no le obedecían. La verdad, me quedé pensando en esta
enseñanza porque a lo largo de la vida, he percibido el trabajo que cuesta
obedecer. Y si cuesta obedecerle al hombre que se tiene cerca, ¡cuánto más no
costará obedecerle a Dios a quien no vemos! Creo que también Dios está hastiado
de tanta palabrería nuestra y poca acción obediente.
La
razón para mí, es porque es un pecado que viene en nuestra naturaleza
pecaminosa. Recordemos que en eso consistió la caída de Adán y Eva: la
desobediencia; y ¡la consecuencia estuvo bien grande! Al punto de tener Dios
que mandarnos un Salvador. Entonces, así como hemos tenido que pasar por
sanidad espiritual en muchas áreas, también en mi parecer, hay que liberarnos de
la desobediencia que está tan arraigada en nuestro corazón, para aprender a
obedecer a Dios antes que a los hombres y ser auténticos discípulos de precisamente
nuestro Salvador.
Amado
Señor: Te pedimos perdón porque nos cuesta mucho ser obedientes. Razón tenías
cuando decías que no te llenaban los holocaustos y sacrificios sino el
obedecerte. Es que no sacamos nada con decir que te amamos, que te seguimos,
que daríamos todo por Ti, si ni quiera tenemos la disposición de obedecerte
como nos lo mandas. Te rogamos buen Dios que pongas en nosotros siempre el
querer como el hacer para agradarte y cumplir tu santa voluntad. ¡Muchas
gracias, bendito Señor!
Un
abrazo y bendiciones.
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