Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron: ¡Verdaderamente éste era el Hijo de Dios!Mateo 27:54.
Lectura: Mateo 27:45-56. Versículo del día: Mateo 27:54.
MEDITACIÓN DIARIA
Aunque Mateo relata que
los que estaban observando tal suceso, quedaron aterrados y exclamaron
reconociendo a Jesús como “el Hijo de Dios”, Marcos y Lucas nos dicen que fue exactamente el centurión. Muy
seguramente los mismos acontecimientos que sucedieron cuando Jesús murió, tocaron
tanto al centurión como a los presentes incrédulos y quizá los hizo arrepentirse.
Y es que no era para menos: encontrarse en pleno día en completa oscuridad;
presenciar el sismo que en ese momento se produjo al punto que los sepulcros se
abrieron; o ver levantarse a muchos que ya estaban muertos (vv. 51-53), debió mover no
solamente esos corazones, sino creo yo, también el de los que estaban en el
templo, al ver que la cortina del santuario se rasgó en dos. Pero como ‘no hay
peor ciego que el que no quiere ver’ y cuando el corazón está endurecido no hay
‘pero que valga’, tal vez a los sacerdotes de la ley y al pueblo judío en
general no les hizo mella.
Mi deseo es que todo el
que lea este devocional, considere profundamente que lo ocurrido en la cruz del
Calvario fue sobrenatural y que Cristo Jesús, murió de la forma más denigrante,
solamente con un propósito: para que también reconozcamos y exclamemos
arrepentidos que Jesús es el Hijo de Dios que vino a salvarnos. “Al que no
cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él
recibiéramos la justicia de Dios” (2 Corintios 5:21).
Amado Señor Jesús:
Reconocemos que somos pecadores y que necesitamos de Ti para alcanzar la
justicia de Dios y recibir el regalo de la salvación. Hoy proclamamos que
verdaderamente ¡Tú eres el Hijo de Dios! Toma nuestras vidas, te las entregamos
para que seas Tú dirigiéndonos. Te aceptamos como el Señor y Salvador personal.
Gracias por perdonarnos y limpiarnos. ¡Tu sacrificio no fue en vano Señor!
Un abrazo y
bendiciones.
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