sábado, 26 de marzo de 2016

¡Tu sacrificio no fue en vano Señor!




Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron: ¡Verdaderamente éste era el Hijo de Dios! 
Mateo 27:54.


Lectura: Mateo 27:45-56.  Versículo del día: Mateo 27:54.

MEDITACIÓN DIARIA

Aunque Mateo relata que los que estaban observando tal suceso, quedaron aterrados y exclamaron reconociendo a Jesús como “el Hijo de Dios”, Marcos y Lucas nos dicen  que fue exactamente el centurión. Muy seguramente los mismos acontecimientos que sucedieron cuando Jesús murió, tocaron tanto al centurión como a los presentes incrédulos y quizá los hizo arrepentirse. Y es que no era para menos: encontrarse en pleno día en completa oscuridad; presenciar el sismo que en ese momento se produjo al punto que los sepulcros se abrieron; o ver levantarse a muchos que ya estaban muertos (vv. 51-53), debió mover no solamente esos corazones, sino creo yo, también el de los que estaban en el templo, al ver que la cortina del santuario se rasgó en dos. Pero como ‘no hay peor ciego que el que no quiere ver’ y cuando el corazón está endurecido no hay ‘pero que valga’, tal vez a los sacerdotes de la ley y al pueblo judío en general no les hizo mella.
Mi deseo es que todo el que lea este devocional, considere profundamente que lo ocurrido en la cruz del Calvario fue sobrenatural y que Cristo Jesús, murió de la forma más denigrante, solamente con un propósito: para que también reconozcamos y exclamemos arrepentidos que Jesús es el Hijo de Dios que vino a salvarnos. “Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2 Corintios 5:21).

Amado Señor Jesús: Reconocemos que somos pecadores y que necesitamos de Ti para alcanzar la justicia de Dios y recibir el regalo de la salvación. Hoy proclamamos que verdaderamente ¡Tú eres el Hijo de Dios! Toma nuestras vidas, te las entregamos para que seas Tú dirigiéndonos. Te aceptamos como el Señor y Salvador personal. Gracias por perdonarnos y limpiarnos. ¡Tu sacrificio no fue en vano Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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