miércoles, 2 de marzo de 2016

¡No más: cree!




Vuelve a casa, que tu hijo vive —le dijo Jesús—. El hombre creyó lo que Jesús le dijo, y se fue. 
Juan 4:50.


Lectura: Juan 4:43-54.  Versículo del día. Juan 4:50.

MEDITACIÓN DIARIA

“El hombre creyó lo que Jesús le dijo”. Muy importante creerle a Jesús. Hay que creerle todas las palabras que pronunció durante su ministerio. Él dijo ser la luz del mundo (Juan 8:12), el pan de vida (Juan 6:35), el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). En el Apocalipsis también se nos dice quién es: “Yo soy el Alfa y la Omega —dice el Señor Dios—, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:8). Jesús es el Salvador del mundo; Él dio su vida en rescate por muchos (1 Timoteo 2:5-6). Es el Principio y el Fin (Apocalipsis 22:13): “Ciertamente les aseguro que, antes de que Abraham naciera, ¡yo soy!” (Juan 8:58).  Que no tenga que decirnos el Señor: “Ustedes nunca van a creer si no ven señales y prodigios —le dijo Jesús” (v. 48 en la lectura); porque: “dichosos los que no han visto y sin embargo creen” (Juan 20:29b).
Nadie ha hecho tanto bien a la humanidad como el Señor Jesucristo. A veces las palabras no bastan para creer; así que lo mejor es experimentar personalmente si Jesús es quien dijo ser. El apóstol Pablo nos afirma lo siguiente: “La palabra está cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón. Ésta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo” (Romanos 8:8-10). Así que depende de cada uno. Mi propia experiencia cada día me lo confirma más, y de hecho, por eso escribo este devocional.

Te invito a que lo compruebes tú mismo. ¡No más cree!

Amado Señor: Gracias por todas las personas que están leyendo este devocional. Te ruego que las que no te conocen, abran hoy su corazón a Ti y confiesen con su boca que eres el Hijo de Dios encarnado; que padeciste, moriste en una cruenta cruz y resucitaste para darnos contigo vida eterna. ¡Muchas gracias mi Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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