viernes, 4 de marzo de 2016

Tenemos el privilegio de anunciar su mensaje




Este evangelio habla de su Hijo, que según la naturaleza humana era descendiente de David, pero que según el Espíritu de santidad fue designado con poder Hijo de Dios por la resurrección. Él es Jesucristo nuestro Señor. 
Romanos 1:3-4.


Lectura: Romanos 1:1-7.  Versículo del día: Romanos 1:3-4.

MEDITACIÓN DIARIA

El apóstol Pablo empieza su Carta a los Romanos, aclarándoles que el evangelio anunciado es el que les habla de Jesucristo quien es hombre porque proviene de la simiente de David y Dios porque fue engendrado por el Espíritu Santo. Este es el Evangelio que Jesús predicó y que les dejó como legado a sus apóstoles iniciales. Es el mismo que le ministró a Pablo el autor de esta Carta y el mismo que nos corresponde a nosotros continuar para que se propague el reino de Dios: “Por medio de él, y en honor a su nombre, recibimos el don apostólico para persuadir a todas las naciones que obedezcan a la fe” (v. 5). La Nueva Traducción Viviente dice: “Por medio de Cristo, Dios nos ha dado a nosotros, como apóstoles, el privilegio y la autoridad de anunciar por todas partes a los gentiles lo que Dios ha hecho por ellos”. Otras versiones nos hablan aquí diciéndonos que recibimos “la gracia y el apostolado para promover la obediencia”. El caso es que el Evangelio que anunciamos como apóstoles que somos, es el de la gracia de Dios; y somos privilegiados de llevarlo y compartirlo.
De este modo, todo el que recibe el mensaje de salvación y acepta al Señor Jesucristo como su Salvador, se convierte en su discípulo y desde ese momento es apto y tiene el privilegio y la autoridad para anunciarlo. No vamos solos, vamos en el poder de su Santo Espíritu y con la intersección de Jesús, quién aun desde antes de su muerte oró al Padre por los que vendrían después como lo somos nosotros (Juan 17:20-23). ¡Así que manos a la obra!

Amado Señor Jesús: Gracias por habernos permitido conocer el mensaje tuyo de las buenas noticias de salvación. Es motivo de alegría, de constante regocijo saber que pusiste tus ojos sobre nosotros y nos diste la gracia de conocerte como Señor y Salvador. Te pedimos Señor, que no seamos egoístas y nos quedemos con este regalo solo para nosotros, sino que salgamos a compartirlo a tanto necesitado. Danos el poder y el denuedo para cumplir la misión que nos dejaste. ¡Te amamos Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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