Este evangelio habla de su Hijo, que según la naturaleza humana era descendiente de David, pero que según el Espíritu de santidad fue designado con poder Hijo de Dios por la resurrección. Él es Jesucristo nuestro Señor.Romanos 1:3-4.
Lectura: Romanos
1:1-7. Versículo del día: Romanos 1:3-4.
MEDITACIÓN DIARIA
El apóstol Pablo
empieza su Carta a los Romanos, aclarándoles que el evangelio anunciado es el
que les habla de Jesucristo quien es hombre porque proviene de la simiente de
David y Dios porque fue engendrado por el Espíritu Santo. Este es el Evangelio
que Jesús predicó y que les dejó como legado a sus apóstoles iniciales. Es el
mismo que le ministró a Pablo el autor de esta Carta y el mismo que nos
corresponde a nosotros continuar para que se propague el reino de Dios: “Por
medio de él, y en honor a su nombre, recibimos el don apostólico para persuadir
a todas las naciones que obedezcan a la fe” (v. 5). La Nueva Traducción
Viviente dice: “Por medio de Cristo, Dios nos ha dado a nosotros, como
apóstoles, el privilegio y la autoridad de anunciar por todas partes a los
gentiles lo que Dios ha hecho por ellos”. Otras versiones nos hablan aquí
diciéndonos que recibimos “la gracia y el apostolado para promover la
obediencia”. El caso es que el Evangelio que anunciamos como apóstoles que
somos, es el de la gracia de Dios; y somos privilegiados de llevarlo y
compartirlo.
De este modo, todo el
que recibe el mensaje de salvación y acepta al Señor Jesucristo como su
Salvador, se convierte en su discípulo y desde ese momento es apto y tiene el
privilegio y la autoridad para anunciarlo. No vamos solos, vamos en el poder de
su Santo Espíritu y con la intersección de Jesús, quién aun desde antes de su
muerte oró al Padre por los que vendrían después como lo somos nosotros (Juan
17:20-23). ¡Así que manos a la obra!
Amado Señor Jesús: Gracias
por habernos permitido conocer el mensaje tuyo de las buenas noticias de
salvación. Es motivo de alegría, de constante regocijo saber que pusiste tus
ojos sobre nosotros y nos diste la gracia de conocerte como Señor y Salvador.
Te pedimos Señor, que no seamos egoístas y nos quedemos con este regalo solo
para nosotros, sino que salgamos a compartirlo a tanto necesitado. Danos el
poder y el denuedo para cumplir la misión que nos dejaste. ¡Te amamos Señor!
Un abrazo y
bendiciones.
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