La oración

Ciertamente les aseguro que mi Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.

Juan 16:23b.

Lectura diaria: Juan 16:17-33. Versículo del día: Juan 16:23.

ENSEÑANZA

Hace poco escuché a una líder cristiana comparando la oración con la savia de las plantas y cuánta razón tenía. Definitivamente el secreto del cristianismo está en la oración. La oración se convierte en el líquido que nos permite crecer y sostenernos día a día. Es el mejor momento para dialogar con nuestro “Papito Dios” y decirle tanto lo bueno como lo malo que nos sucede. Debemos entrar en una íntima comunión con Él sin tapujos ni recelos; si lo hacemos con nuestro padre terrenal, ¿por qué no hacerlo con el mejor de todos? El inigualable Padre eterno, siempre está listo a escucharnos, nunca nos dice “vuelve más tarde” o “ahora no, estoy ocupado”. El Señor Jesús, nos da la promesa de que todo lo que le pidamos al Padre, Él nos lo dará; pero tenemos que saber orar: dirigirnos a Papito Dios en el nombre de su Hijo Jesús, con el poder del Espíritu Santo y con acción de gracias. Con el poder del Espíritu Santo, porque es Él quien nos guiará a toda verdad (versículo 13) y con acción de gracias (Filipenses 4:6), porque Dios se alegra con nuestra gratitud. La oración eficaz debe contener estos cuatro parámetros: al Padre; en nombre de su Hijo; con el poder del Espíritu y con acción de gracias. Por otro lado, es necesario ser persistentes. Dios puede obrar inmediatamente pero si no es el tiempo adecuado, no lo hará. Orar siempre sin desanimarnos (Lucas 18:1). Recién convertida escuché lo siguiente respecto a la contestación de la oración: “ya”; “espera un poco”; “no te conviene” (1ª. Juan 5:14-15). Sigamos adelante, no desmayemos; practiquemos aquella frase de mi querida Olivita: “Hay que insistir, persistir y no desistir”. “En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo” (verso 33). Animémonos hablando con nuestro Papito Celestial de “tu” a “tu”.

Un abrazo y bendiciones.