Jesús afirmó: —Les aseguro que, antes de que Abraham naciera, ¡yo soy!
Juan 8:58. NVI.
Lectura: Juan 8:48-59. Versículo del día: Juan 8:58.
MEDITACIÓN DIARIA
Los judíos le peleaban al
Señor porque simplemente no le creían. Pensaban que estaba endemoniado porque les
decía que honraba al Padre (vv. 48-49), y al afirmar lo siguiente: “Les aseguro
que el que cumple mi palabra nunca morirá” (v. 51), ahí sí que lo declararon endemoniado.
Entonces le refutaron que si se creía mayor que Abraham, quien murió como todos
los profetas. Ante su declaración de que antes de Abraham, era Él, tomaron
piedras para apedrearlo (vv. 58-59).
¿Y tú qué dices al
respecto de esta lectura? ¿Es tu
posición igual a la del pueblo judío? O tal vez, estás reflexionando sobre lo
que sabes de Jesús de Nazaret. Mira, el Señor Jesús tenía toda la razón al
asegurarles a los judíos que Él era anterior a Abraham. Te lo mostraré con la
Palabra de Dios: “En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con
Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio. Por medio de él
todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir” (vv.
1-3). Lo que sigue es lo más importante y de lo cual lo judíos no entendían o
creían: “En él estaba la vida y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz
resplandece en la oscuridad y la oscuridad no ha podido apagarla” (vv. 4-5). “Vino
a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. Mas a cuantos lo
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hechos
hijos de Dios. Estos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni
por voluntad humana, sino que nacen de Dios” (vv. 11-13; la negrilla es mía); Él
vino a darte vida eterna. Debes de recibir a Jesús en tu vida para que puedas
conocerle y entender sus palabras. Simplemente lo haces a través de una oración
corta, pero sincera. Oremos:
Señor Jesús:
entiendo que Eres la Luz de la humanidad y que en Ti está la vida. Te necesito Jesús
ven a mi vida; hoy decido recibirte como mi Señor y Salvador. Perdona mis
pecados; gracias por morir por mí. Toma el control del trono que yo manejo y
haz de mí, la persona que deseas que yo sea. Gracias Jesús por perdonarme,
limpiarme y hacerme partícipe de tu reino. Amén.
Un abrazo y bendiciones.
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